I semana de Adviento – Sábado.
La estratetegia de Jesús
Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha. Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente. Mt 9,36-10,1.7-8
Hoy leemos el evangelio que pone más en evidencia la estrategia de Jesús en la realización de su plan de salvación. Es un plan estratégico más importante que algunos de los que, en nuestros días, han realizado, como Henry Ford y Bill Gates al lanzar sus planes industriales del automóvil y de la computadora para todos. Jesús fue rechazado por las autoridades religiosas de la Palestina como Mesías, por lo cual Él se dirige a las “muchedumbres cansadas y agobiadas, que andan como ovejas sin pastor”. En el pasaje del evangelio de hoy Jesús comienza a poner en acción su estrategia misionera definitiva. Como primera medida les pide a sus apóstoles que oren al “Dueño de la mies” que, mande obreros a su viña. Más tarde para poder llegar a todos, escoge a doce hombres a quienes les da el nombre de Apóstoles y decide de instruirlos todo el tempo necesario en su formación. Ellos, después de su muerte en la cruz y de su resurrección, deberán dedicarse a la obra de la evangelización y salvación de las muchedumbres. Este grupo de sus primeros obreros de su viña fueron las primeras células de la Iglesia. Ellos lo siguen, lo escuchan y viven con Él desde hace tiempo. Por eso en el evangelio de hoy, los envía a hacer a hacer su primera experiencia misionera, después de haberles conferido el poder de echar fuera a los demonios y de curar cualquier enfermedad.
Estos dos momentos, el de vivir en comunidad con Jesús y el de ir a predicar el evangelio, son los mismos que usa la Iglesia en nuestros días. Aunque son distintos estos momentos, son inseparables, y no deben ser nunca confundidos. Si nos van juntos, se cae en una fe desencarnada fuera de la realidad o en un puro activismo ciego y vacío. Esta última orientación parece ser uno de los problemas de la Iglesia en nuestros días. Muchos se dedican a resolver los problemas sociales, pero poco a la oración y al crecimiento de la fe.