XXXI semana del Tiempo Ordinario – Viernes
Elogio dela astucia
Decía también a los discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. Lo llamó y le dijo: «… Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto». El administrador pensó entonces: «¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!». Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: «¿Cuánto debes a mi señor?». «Veinte barriles de aceite», le respondió. El administrador le dijo: «Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez». Después preguntó a otro: «Y tú, ¿cuánto debes?». «Cuatrocientos quintales de trigo», le respondió. El administrador le dijo: «Toma tu recibo y anota trescientos». Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en sus trato con lo demás que los hijos de la luz. Lc 16,1-8
Hoy nos encontramos ante una página del Evangelio que nos hace reflexionar sobre la «astucia» de este administrador deshonesto. Hace algunos meses, Jesús nos había exhortado a ser «prudentes como las serpientes y sencillos como las palomas» (Mt 10,16). ¿Por qué la astucia es un valor para el Señor? La astucia puede definirse como la capacidad de entender, o de intuir velozmente a las personas y situaciones y a los momentos de la vida, para llegar a un fin personal favorable., que generalmente no es bueno. Es por esto que la astucia es un valor discutible éticamente. Pero de por sí es como una pistola: es negativa si la usa un bandido, es positiva si la usa un policía, que debe garantizar el orden público, como hacía el tío Gino. Para Jesús la astucia de entender personas, situaciones y momentos de la vida es un valor altamente positivo, porque le permite tener compasión por las necesidades humanas, hacer milagros y curaciones 0, también para escabullirse cuando su hora no ha llegado. Durante su tiempo, la astucia era usada prevalentemente para fines negativos, tan cierto es que en el Evangelio Jesús dice: “Los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz”. Hoy, sin embargo, el Señor nos pide que transformemos esa astucia que radica en nosotros como capacidad para entender las necesidades del prójimo, para leer los signos de los tiempos, para discernir lo que es bueno y lo que es malo, para nuestro rol en el proyecto que Él nos ha confiado. Esto es lo que Marcelo Candia hizo, él que poseía una riqueza honestamente adquirida, ha vendido todo y fue a construir un hospital para los pobres de Brasil. Lo hizo con verdadera astucia.