XXIX semana del Tiempo Ordinario – Domingo
Seguir al Señor cojeando
Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir». El les respondió: «¿Qué quieren que haga por ustedes?». Ellos le dijeron: «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria». Jesús le dijo: «No saben lo que piden. ¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo recibiré?». «Podemos», le respondieron. Entonces Jesús agregó: «Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son para quienes han sido destinados». Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Mc 10, 35-41
En el evangelio de Marcos la incapacidad de los discípulos de aprender el mensaje de Jesús va aumentando siempre.. Ellos creen que Él sea el Mesías, pero comprenden el sentido de su mesianidad humilde. Con ésta es la tercera vez que Jesús les anuncia su pasión, muerte y resurrección, y el comportamiento de sus discípulos es siempre el mismo: hacerse un lado de aquel pensamiento poniéndose a discutir entre ellos mismos de carrera y poder, según sus proyectos personales. La tentación de todo cristiano, entonces como hoy, es la de anteponer la propia voluntad a la de Cristo; “Maestro queremos que nos concedas lo que te pedimos. Confieso que me ha sucedido también a mí ser tentado de esa manera. El padre Arturo, un día que le manifesté mis intenciones de ser elegido al Parlamento, me dijo: “No creo que ese sea tu proyecto de vida; mejor reza por los que ya están en la política”. En ese momento no entendí lo que me quería decir, como en el evangelio los discípulos no entienden las palabras de Jesús, pero cuando me envuelto en dificultades y en mis compromisos, me acordé de aquellas palabras. Sucedió un día que me puse a orar para que Señor me sacra de las dificultades rn que me había metido, y Él me iluminó con un versículo de carta de Pablo a los Gálatas: “Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo” (Ga. 6,14). No es fácil siempre ser coherentes con el evangelio. No es tampoco fácil da una respuesta inmediata: se pasa de un “lo pensaré” de cuando éramos jóvenes a la indiferencia de la adolescencia, cuando la vida nos propone cosas diferentes y nos alagan poco. Después, con el pasar de los años, nos damos cuenta de que la única respuesta e la del evangelio; pero en aquel momento tenemos la tentación de pensar en la carrera, o en las rebeldías interiores, por ejemplo, ante las injusticia sociales que el Maestro, permite. Finalmente cuando aquella fase decide uno de seguir al Señor, comienza el rechazo de la persecución y de la Cruz. Nuestro destino es vivir en su secuela arrastrándonos, pero también arrastrándonos, vamos lejos.