XXVII semana del Tiempo Ordinario – Sábado
Nuestra beatitud
Cuando Jesús terminó de hablar, una mujer levantó la voz en medio de la multitud y le dijo: «¡Feliz el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron!». Jesús le respondió: «Felices más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la practican».Lc 11,27-28
Cuando en la mañana, todavía con sueño, nos sentamos a la mesa delante de las taza de café todavía caliente, revisamos la agenda de trabajos y de personas que vamos a encontrar. No es una página vacía, está llena, pero de eventos que tenemos que vivir. Nos recuerda al diseño de la tela que hay que decorar y que en tarde aparecerá como un bellísimo dibujo. Antes de iniciar nuestro trabajo diario, esta costumbre de escuchar el Evangelio nos predispone la mente, el corazón, la boca e los dedos para hacer una bella costura.
Es el acto creativo del mundo, que cada día se renueva, y que Dios pone en nuestras manos para que la hagamos una cosa bella, buena y santa. Depende todo de nosotros, es difícil hacer un feo trabajo si en la mañana abrimos la mente y el corazón a esta Palabra que nos ilumina y nos guía. Escuchamos algún versículo del Salmo 103 que celebra el maravilloso evento de cada día, cuando en la mañana sale el sol y se renueva el acto creativo de Dios en el que Él, por su infinita bondad, nos ha pedido de participar. «Bendice al Señor, alma mía:¡Señor, Dios mío, qué grande eres! Estás vestido de esplendor y majestad 2 y te envuelves con un manto de luz. Tú extendiste el cielo como un toldo y construiste tu mansión sobre las aguas. Las nubes te sirven de carruaje y avanzas en alas del viento…. Subieron a las montañas, bajaron por los valles, hasta el lugar que les habías señalado…. Haces brotar fuentes en los valles, y corren sus aguas por las quebradas. Allí beben los animales del campo, los asnos salvajes apagan su sed. Las aves del cielo habitan junto a ellas y hacen oír su canto entre las ramas. Desde lo alto riegas las montañas, y la tierra se sacia con el fruto de tus obras. Haces brotar la hierba para el ganado y las plantas que el hombre cultiva, para sacar de la tierra el pan y el vino que alegra el corazón del hombre, para que él haga brillar su rostro con el aceite y el pan reconforte su corazón….. mandas la oscuridad, y cae la noche: entonces rondan las fieras de la selva…. Haces brillar el sol y se retiran, van a echarse en sus guardias: entonces sale el hombre a trabajar, a cumplir su jornada hasta la tarde…» (Sal 104). Este hombre que cada mañana sale a hacer su trabajo, por su fatiga, somos nosotros con nuestro diseño de vida, nos injertamos en el acto creativo de Dios.