ESFL307

XXVII semana del Tiempo Ordinario – Viernes

El demonio, rey de los ídolos

Como ustedes dicen, yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si yo expulso a los demonios con la fuerza del dedo de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes. Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina…. Cuando el espíritu impuro sale de un hombre, vaga por lugares desiertos en busca de reposo, y al no encontrarlo, piensa: «Volveré a mi casa, de donde salí». Cuando llega, la encuentra barrida y ordenada. Entonces va a buscar a otros siete espíritus peores que él; entran y se instalan allí. Y al final, ese hombre se encuentra peor que al principio».  Lc 11,18-26

Jesús ha debido combatir por primero contra el demonio, cuyo único objetivo es el de echar a perder lo que es bello, grande y nuevo, para volverlos feo, pequeño y malo. La estrategia del demonio, en esta actividad de degrado, es la de trasformar las realidades humanas en ídolos. De vez en cuando estas cosas se muestran como son y se llega a la verdad. Hemos ya asistido hace poco a la caída del sistema económico-financiero mundial, construido sobre la base de operaciones bancarias virtuales, y a veces falsas. Lo explicamos en pocas palabras. El dinero, que es una óptima invención porque permite el cambio de los productos y de los servicios, desactivándolo de los límites espacio-temporales de lo económico, se convirtió en el más grande ídolo de los hombres.

En los últimos decenios, cada día, enormes cantidades de dinero cambia de poseedores mediante la comunicación electrónica, de una parte a la otra del globo, según el uso de billetes y en modo totalmente independiente del mercado de los productos. Es el juego de la especulación, que ha transformado el dinero en «medio» de productos y servicios con un «fin» autónomo, que un cierto número de personas habían pedido los billetes correspondientes a los movimientos financieros para desenmascarar el hecho que giraban  los números inflados por las operaciones virtuales. Esos billetes en realidad no existían.    Pero el dinero no es el único ídolo, hay otros ídolos. Por ejemplo el sexo hoy casi completamente desligado del “amor matrimonial”; el poder, como fin a sí mismo, y no como posibilidad de dar un servicio social más elevado, o la vanagloria perseguida como tal y no como consecuencia de la excelencia del ingenio humano. Son todas manifestaciones de la incesante actividad del demonio quien, sin descanso, transforma lo que podría ayudar al hombre a elevarse, en instrumento de degrado y de infelicidad. Alguien ha definido al demonio como el “chango de Dios” el cual trata de hacer las cosa en negativo, es decir, contrarias a la de Dios, y en modo degradado.

Demos gracias al Señor, que de vez en cuando, permite que esos ídolos sean desenmascarados, de manera que todo regrese a la luz de la verdad.

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