ESFL299

XXVI semana del Tiempo Ordinario – Miércoles

Los tres reprobados para la misión

Mientras iban caminando, alguien le dijo a Jesús: «¡Te seguiré adonde vayas!». Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». Y dijo a otro: «Sígueme». El respondió: «Permíteme que vaya primero a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ve a anunciar el Reino de Dios». Otro le dijo: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios».Lc 9,57-62

Jesús está de camino hacia Jerusalén, un viaje que durará más de dos meses. De la muchedumbre de gente que lo había seguido en derredor del Lago de Tiberíades en la primera fase de su misión, quedan nada más los apóstoles y otros cuando discípulos. Lo esperan otras gentes, otros encuentros y sobre todo lo espera la cruz del Calvario. En este contexto y con tales prospectivas se le acerca a Jesús tres personajes animado de buenas intenciones, pero sin buenas intenciones para seguir al Maestro en aquel viaje venturoso. La vida de misión, ahora como entonces, requiere de una responsabilidad a dejarlo todo y ofrecer la propia vida, cosa que puede sólo suceder bajo tres condiciones. Una clara llamada, un decisivo y consciente despego  del pasado y una voluntad firme de ir al encuentro de todo, cueste lo que cueste. No se admiten auto-candidaturas emotivas ni tampoco empujes externos, tanto menos familiares. Ser misionero quiere decir caminar con los pies en el camino y con el corazón dirigido hacia la meta. El primero es un auto-candidato que ha intuido la atracción por aquella aventura. Él toma la iniciativa y se presenta. La respuesta implícita de Jesús parece ser. ¿Sabes lo que significa veraderamente venir en pos de Mí? Quiere decir renunciar a la tierra como lugar de descanso y de seguridad, para considerarla sólo un lugar de camino: seguir a uno que en la noche no tiene dónde reposar su cabeza puede suceder sólo por una clara llamada. El segundo fue invitado. Pero éste no corta con el pasado, como señal de la nueva dimensión de vida que se le ofrece. Seguir a Jesús quiere decir cambiar todo, aún el culto a la muerte, en la dinámica del Reino es substituida por la asunción en la comunión de los santos. El tercero no sabemos si era un llamado o un auto-candidato, pero tiene dudas sobre el respeto a las conveniencias humanas: «Te seguiré, Señor, pero permíteme antes despedirme de los míos». Jesús le respondió: «El que ha puesto la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios». No es posible seguir a Jesús en un camino nuevo con comportamientos viejos. “Tampoco se pone un vino nuevo en odres viejos” (Mt 9,17). El evangelio de hoy debe hacer reflexionar a Juan Lucas en su llamada misionera.

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