ESFL293

XXV semana del Tiempo Ordinario – Viernes

¿Quién es el señor para mí?

Un día en que Jesús oraba a solas y sus discípulos estaban con él, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le respondieron: «Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado». «Pero ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy yo?». Pedro, tomando la palabra, respondió: «Tú eres el Mesías de Dios». Y él les ordenó terminantemente que no lo dijeran a nadie. «El hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día». Lc 9,18-22

El evento del texto de hoy aparece en los tres evangelios sinópticos, porque constituye un hecho fundamental en el camino de fe. Nosotros lo hemos ya meditado en el evangelio de Marcos y Mateo, y hoy la liturgia nos lo propone en el evangelio de Lucas. Hasta ahora era la gente  y los discípulos se preguntaban quién fuera Jesús de Nazaret, y Él había dejado que se dijera de Él lo que querían. En el texto de hoy hay un cambio que preanuncia y profetiza lo que todo cristiano en el Iglesia debe saber. Y comienza Jesús a preguntarle: ¿Quién dice la gente de soy Yo”, y sucesivamente “¿Quién dicen ustedes que soy Yo?” La gente tiene siempre un respuesta “según la carne”, buscando en el pasado. San Juan Bautista, Elías o uno de los profetas. En el discípulo, después de haber dado las respuestas más diversas, s abre camino la respuestas “según el Espíritu” que no nace del conocimiento y de la experiencia del pasado, sino de la esperanza futura, de la vida nueva que se ha introducido en la historia. Es la respuesta de Pedro: “Tú eres el Mesías de Dios”. Siguiendo nuestra cultura, nuestra capacidad de penetrar en las parábolas y la de dar una explicación a los milagros de Jesús, es como si volviéramos a crucificar a Jesús para enviarlo entre los muertos. En esto los hombres son muy inteligentes. Adornan los sepulcros, embellecen los recuerdos y eso es suficiente. La respuesta “según el espíritu”  no se apega a nada de cuanto ya sabemos y hemos experimentado. Debemos preguntarnos ahora: “¿Quién es Jesucristo para mí?” La respuesta es según el espíritu del evangelio y debe comenzar con un “pero”: “pero ¿lo que estoy haciendo forma parte del proyecto de Dios para mí? ¿Cómo se comportaría Jesús con esta persona que está delante de mí?, “Hoy he hablado con alguien del Señor? Y el “Pero” de la Iglesia todas las veces que se opone uno a las leyes y costumbres que no reflejan el espíritu del evangelio.

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