XXIV semana del Tiempo Ordinario – Domingo
La vida nueva nace en el sufrimiento
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: «¡Retírate, aléjate de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres». Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos, les dijo: «El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena Noticia, la salvará. Mc 8,31-35
“Los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos”. (Is. 55,8), dice el Señor por boca del profeta Isaías. ¿Por cuál razón los caminos y los pensamientos del Señor son completamente diferentes de los nuestros? Sin embargo la historia está llena de personas e ideologías que han buscado salvar al mundo y liberar al hombre de sus esclavitudes. En la Palestina de Jesús estaban los fariseos, los Zelotes y los Esenios, mientras que en la civilización de los Griegos y de los Romanos. Muchos emperadores, y legisladores han tratado de hacerlo. También los iluministas, el comunismo y otra ideologías de liberación han tratado de de salvar al mundo de las fuerzas del mal que lo hacen esclavo. Objetivamente debemos reconocer que ha habido algunos resultados. La peculiaridad de Jesucristo es que Él es el único que verdaderamente ha salvado al mundo pasando a través del sufrimiento, la derrota y la muerte en cruz, y no a través la afirmación y la victoria humana. Ha habido en la Iglesia muchos bien intencionados , como Pedro en el evangelio de hoy quería salvar al mundo. “Tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres”. No es fácil pensar como Dios porque quiere decir aceptar, como Salvador a Cristo crucificado. La vida nueva del evangelio no nace de la victoria, sino del sufrimiento. En este momento también dos de nuestras hijas, Ana Rita y Lisberta, están en el hospital esperando dar a luz a dos vidas nuevas en el sufrimiento. Ya que el salvador del mundo, el Cristo es el Crucificado, y de todos los que aceptan el sufrimiento y la derrota para salvar al mundo, nace la vida nueva. Adherir a esta ley quiere decir, como dice San Pablo, “poseer el pensamiento de Cristo” (I Co. 2,16) y entrar en el reino de los cielos. Para quien acepta la dinámica del grano que, para fructificar debe morir en la tierra, la profecía de Isaías se voltea y se convierte en “mis pensamientos son sus pensamientos de ustedes y sus caminos son mis caminos.
Cuenta una leyenda oriental que había una muñeca de sal que vagaba en la tierra. Un día llegó al mar y se preguntó para qué era toda esa agua. Para entender de lo que se trataba decidí entrar en el agua, pero cuando estuvo en el mar, el agua disolvió sus pies. “s cierto que ahora he perdió algo – exclamó la muñeca de sal – pero ahora sé qué cosa sea el mar.. La leyenda concluyó: “Es por esto que el mar hoy es salado”. Para cambiar el mundo y las situaciones hay que entra en ellas y estar dispuesto a perder algo.