XXII semana del Tiempo Ordinario – Sábado
La liberación integral del hombre
Un sábado, en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas entre las manos, las comían. Algunos fariseos les dijeron: «¿Por qué ustedes hacen lo que no está permitido en sábado?». Jesús les respondió: «¿Ni siquiera han leído lo que hizo David cuando él y sus compañeros tuvieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios y, tomando los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y dio de comer a sus compañeros?». Después les dijo: «El hijo del hombre es dueño del sábado». Lc 6,1-5
“El Hijo del Hombre (Jesucristo) es Señor del sábado”, por consecuencia “el sábado fue hecho para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc. 2,27). Él no vino al mundo sólo para liberar al hombre del pecado, sino también de las formalidades de la ley y de las reglas. Los ritos, el culto y las fórmulas son expresiones de la fe, no son un fin a sí mismas. Cuando no es así el hombre es aplastado, instrumentalizado y termina siendo al servicio del sistema religioso: ya no es un caballo libre que corre por las prados del Reino de los cielos, tiene que ser domado y él puede hacer de todo. Sucede entonces que la instrumentalización del hombre, partiendo de la religión, se extiende a todas las actividades humanas. En el mundo moderno eso constituye la base organizativa de la sociedad. en la que el hombre es esclavo del progreso tecnológico, del sistema económico, del consumismo, de la producción por la preocupación, del bienestar por el bienestar y de la burocracia por la burocracia. Así el hombre, que era el fin del sistema económico-productivo. Se convierte en instrumento. Entonces tenemos en el cristiano la exigencia de utilizar la fe como fundamento de la liberación integral del hombre para convertirlo de nuevo en señor de la vida y de la historia.
Todo esto la Iglesia lo ha comprendido desde hace tiempo, y pariendo de la encíclica Rerum Novarum del Papa León XIII, ha conducido un siglo y medio de batallas sociales por la liberación del hombre. Fue la Iglesia la que contrarrestó el capitalismo y el consumismo para que no convirtieran al hombre en instrumento del sistema, privado de libertad material y espiritual. La batalla, sin embargo, todavía está en acta; de los países occidentales se engrandeció en todo el mundo. Se ha convertido en una guerra global, en la que la Iglesia combate, casa ella sola, por la liberación del hombre de toda esclavitud. Y ciertamente vencerá, porque Jesucristo, que es “el Señor del sábado”, ha ya vencido con su muerte y resurrección. Con esta victoria, también el hombre volverá a ser señor del sábado, del progreso económico y del sistema productivo.