ESFL268

XXII semana del Tiempo Ordinario – Viernes

La fiesta y el ayuno 

Luego le dijeron: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y hacen oración, lo mismo que los discípulos de los fariseos; en cambio, los tuyos comen y beben». Jesús les contestó: «¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras él está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado; entonces tendrán que ayunar». Les hizo además esta comparación: «Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a este no quedará bien en el vestido viejo. Tampoco se pone vino en odres viejos, porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no servirán más. ¡A vino nuevo, odres nuevos! Lc 5,33-38

Los primeros versículos del evangelio de hoy la Iglesia nos propone reflexionar sobre los momentos de convivencia humana entre los hermanos en la fe. Jesús tiene que defender la alegría de la convivialidad contra los que le los critican porno ayunar. En su respuesta a los escribas, he revivido la escena del domingo en la mañana, hacia el medio día, cuando la cocina estaba repleta de nietos que se peleaban por mis fritangas saladas, los cuales con sus servilletas de papel estaban listos para retirarlas apenas sacadas del sartén humeante. Me parece ver todavía aquellos ojos felices y aquellas manitas llenas de aceite. Estoy segura de que aquellos momentos eran agradables al Señor, ya que la alegría de los pequeños aumenta la alegría del Padre. Sin embargo no siempre puede uno estar alegre: los problemas se presentan y los dolores pueden recaer sobre nosotros en cualquier momento. Esos serán los momentos de la prueba y del ayuno. Aún el ayuno es un momento de gloria, porque nos permite compartir los sufrimientos de la humanidad, como nos ha dicho varias veces la Virgen de Medjiugorje. Son momentos de vivir en la intimidad del Señor, como una oración silenciosa en los sufrimientos del mundo y nos permite de cargar con ellas. Pero el domingo es el día del Señor y, según San Agustín, es pecado estar tristes en ese día. Entonces hagamos fiesta: mostremos el rostro alegre de ser cristianos, recibiendo a nuestros seres queridos y compartiendo con ellos cuanto tenemos de bueno, como el “espagetti” con el ragú y el vino “chiant”i de nuestra amada Toscana, de los cuentos del abuelo a los dulces de Ana Rita. Y cuando festeja a alguien ¿porqué no cantar todos juntos, aunque seamos desentonados?  ¡Silvia cubrirá todo con su guitarra!

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