ESFL262

XXI semana del Tiempo Ordinario – Viernes

El sentido de la vigilancia

Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, …. Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. Pero a medianoche se oyó un grito: «¡Ya viene el esposo, salgan a su encuentro!». Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas. Las necias dijeron a las prudentes: «¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?». Pero estas les respondieron: «No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado». Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: «Señor, señor, ábrenos», pero él respondió: «Les aseguro que no las conozco». Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora. Mt 25,1-13

En tiempos pasados, meditando sobre esta parábola, hemos pensado que el aceite de las vírgenes sabias era sólo la fe, que nos hace más vigilantes y preparados para responder “¡presente!”, cuando el Señor nos llamará a Él. Hace un mes se nos concedió entender que su significado era más amplio. Nos lo ha hecho comprender Rita, la encargada de la  sala del reparto Hospicio del hospital de Busto Arsicio que recibe enfermos terminales. Estábamos ayudando a nuestra amiga María, quien vivía sus últimos días, orando con ella. María era sostenida por la fe hasta el último respiro, aunque todavía esperaba y casi se esforzaba de vivir un poco más para poner en orden algunas cosas administrativas de su profesión como consejera financiera. El motivo nos lo ha explicado Rita: “Según mi experiencias – nos dijo – las personas no se abandonan a la muerte si tienen que arreglar todavía algunas cosas de su vida, y pueden disponer el evento”. De hecho, María, después de compilar algunos escritos que arreglaban sus cosas, se abandonó al abrazo del Señor y expiró serenamente, circundada por sus amigos más queridos.  Reflexionando sobre este hecho, hemos comprendido más profundamente el significado de la vigilancia cristiana, a la que todos estamos llamados. Además de la fe, ésta comprende otro aspecto de nuestra vida: hay que vivir en paz con nosotros mismos en todo, para estar preparados a presentarnos al Señor como el estudiante que va al examen bien preparado.

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