24 de Agosto – San Bartolomé el Apóstol
La llamada del Señor
Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: «Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez». «¿De dónde me conoces?», le preguntó Natanael. Jesús le respondió: «Yo te vi antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera». Natanael le respondió: «Maestro, tú eres el hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús continuó: «Porque te dije: «Te vi debajo de la higuera», crees. Verás cosas más grandes todavía».Jn 1,47-50
«Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores. Jesús les dijo: «Síganme…»” (Mc 1,16-17). «Al pasar vio a Leví [Mateo]….sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme»» (Mc 2,14).
En los evangelios la llamada está constituida por tres fases distintas: Jesús pasa, ve, llama. La más importante de estas fases es la segunda el ver a Jesús; el pasar es un preámbulo y la llamada es una consecuencia, del mismo modo en que la luz del trueno es precedida por la lluvia y es seguida por el trueno. La llamada es siempre “inesperada”, nos llega mientras estamos haciendo algo, y es radical, podemos sólo responder “Sí” dejando todo y siguiendo al Señor, “No” como el joven rico, que se fue triste porque tenía muchos bienes. En el evangelio de hoy las fases secundarias del “pasar” y del “llamar” suceden a través de Felipe, pero son posibles dado que Natanael había sido visto por Jesús debajo de una higuera: “Yo te he visto antes que Felipe te llamara debajo de una higuera”. La de Natanael puede ser considerada la llamada prototipo moderna: hoy en nuestros días Jesús no pasa ya personalmente, pasa siempre Felipe, un hermano que ha ya encontrado al Señor por los caminos del mundo. También a nosotros puede suceder lo mismo. El domingo precedente a la Navidad de 1975, fuimos a la parroquia de la Sagrada Familia de Saronno, para pedir informaciones sobre la posibilidad de inscribir a Juan Mario y a Juan Andrés en el asilo parroquial. Entramos, le dimos vuelta por los corredores, pero no había nadie. Finalmente desde la última puerta oímos unas voces y vimos una luz. Tocamos, le dimos vuelta a la apertura de la puerta y pusimos la cabeza por la puerta. “Vengan, hermanos” nos dijo una voz desde el interior. Era Oliviero Gulot que estaba guiando un encuentro de oración. “Excúsenos, nos hemos equivocado de puerta. Ellos respondieron: “No, no, entren, no se han equivocado de puerta” respondió Oliviero. “Porque somos hermanos en Cristo”. “Ciertamente, exclamó Oliviero – nosotros somos hermanos en Cristo”. “Bueno, hermanos en Cristo, nos hemos equivocado de cuarto”. Para sacra de la confusión a las demás personas nos sentamos en las últimas dos sillas libres de la sala. Aquel día en el grupo de oración de Saronno comenzó nuestro camino espiritual, que sigue adelante en estos años como un amigo fiel, un verdadero compañero de vida. ¡Gracias, Oliviero!