XIX semana del Tiempo Ordinario – Sábado
El Reino es de los pequeños
Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron, pero Jesús les dijo: «Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos». Y después de haberles impuesto las manos, se fue de allí.Mt 19,13-15
«Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino de los Cielos pertenece a los que son como ellos». Esta exhortación de Jesús, después de haberla leído y meditado por cuanto es posible, se apoya y es asimilada como el agua de la lluvia que penetra en la tierra. Desde la ventana de la casa de Castiglioncello veo a Leticia y a Carlota que, descalzas, juegan con el agua y con las piedrecillas del jardín. ¿Qué quiere decir Jesús con su afirmación que sólo los que lo reciben como los niños entrará en el reino de los cielos? Existe el riesgo de considerar imposible, o de ver como algo muy importante extremamente concreto y profundo. Estas en los extremos límites de la extrema sabiduría cristiana, que tocamos en el evangelio siempre que nos encontramos con un enfermo, un pecador arrepentido, una viuda, un samaritano o un niño. El niño sabe que su vida dependen enteramente de los demás. Él mira a su alrededor para descubrir la realidad, reaccionando en manera espontánea, pasando en un instante del llanto a la sonrisa. El niño descubre que la vida y las cosas con admiración, vive con naturalidad sus sentimientos, se enoja y perdona inmediatamente, confía ciegamente en sus papás, y cuando se adormenta, duerme tranquilo sin preocupaciones. Los niños saben soñar en los personajes famosos, aunque saben que es sólo un juego viven el presente y confían en los adultos para el el futuro. Los niños, humanamente hablando, están privados de concretez: Aman las situaciones de los adultos para dedicare a la actividad de auto realización. Los niños del evangelio son los que siguen al Señor sin poner condiciones, confiando ciegamente en el proyecto que Dios les ha dado. A este punto surge una pregunta. «Es lícito o no usar de un inteligencia madura, el sentido común y los dones naturales, que hemos recibido en los últimos años, que uno tiene responsabilidades familiares, profesionales y sociales? Son dones que tienen que ser utilizados porque vienen de Dios, pero están unidos al ámbito del proyecto de vida que el Señor nos ha dado. Exactamente como hacen los niños, que viven sus días, haciendo lo que hace el adulto con simplicidad, utilizando todos sus dones que han adquirido naturalmente.
Danos, Señor, danos el buen sentido de los niños, que nace de su debilidad. Enséñanos a escuchar a los niños para dejarnos ser iluminados por su sabiduría. Danos, Señor, la fe para abrazar tu proyecto como los niños.