XIV semana del Tiempo Ordinario – Viernes
El momento del testimonio
Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas. Cuídense de los hombres, porque los entregarán a los tribunales y los azotarán en las sinagogas. A causa de mí, serán llevados ante gobernadores y reyes, para dar testimonio delante de ellos y de los paganos. Cuando los entreguen, no se preocupen de cómo van a hablar o qué van a decir: lo que deban decir se les dará a conocer en ese momento, porque no serán ustedes los que hablarán, sino que el Espíritu de su Padre hablará en ustedes. Mt 10,16-20
La frase «Yo los envío como a ovejas en medio de lobos» significa que el cristiano debe vivir como una persona indefensa, asediada por lobos feroces que la atacan por todos lados. La protección permitida contra ellos es la «prudencia» de las serpientes y la «simplicidad» de las palomas, pero éstas no serán suficientes para evitar que se vea obligada a defenderse delante de las autoridades y quienes no creen en Jesucristo y los valores del Evangelio. Todo eso tiene que pasar, para que el cristiano pueda dar testimonio de su fe. El creyente no debe buscar la persecución e incluso el martirio, pero cuando se deben enfrentar, debe pedir la serenidad y la valentía, para que sean momentos de testimonio, como les ha sucedido a los primeros discípulos: «Los hicieron comparecer ante el Sanedrín, y el Sumo Sacerdote les dijo: «Nosotros les habíamos prohibido expresamente predicar en ese Nombre, y ustedes han llenado Jerusalén con su [Jesús Cristo] doctrina. ¡Así quieren hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre!». Pedro, junto con los Apóstoles, respondió: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, al que ustedes hicieron morir suspendiéndolo del patíbulo» (Hch 5,27-30).
Le pasó a Pablo en Roma, cuando fue llamado a rendir cuenta de su actividad misionera: «Rey Agripa, me considero dichoso de tener que defenderme hoy, delante de ti, de las acusaciones que me hacen los judíos [de Roma]…. Por eso te ruego que me escuches con paciencia. …Yo, por mi parte, consideraba que debía combatir por todos los medios el nombre de Jesús de Nazaret. Así lo hice en Jerusalén…. Una vez, cuando me dirigía a Damasco… vi una luz más brillante que el sol, que venía del cielo…. Todos caímos en tierra, y yo oí una voz que me decía en hebreo: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Te lastimas al dar coces contra el aguijón». Yo respondí: «¿Quién eres, Señor?». Y me dijo: «Soy Jesús, a quien tú persigues».» (Hch 26,2-15). Tuvieron que declarar su fidelidad al cristianismo, incluso los abuelos y los tíos de Alicia, nuestra amiga armenia. Cuando los turcos invadieron su país tuvieron que refugiarse, para salvarse, de renegar de su fe haciéndose musulmanes y hay han pagado su elección, primero con la prisión y luego con la vida. Alicia guarda celosamente una pequeña Biblia, en la que colocó una cruz de plata.