ESFL206

XIII semana del Tiempo Ordinario – Jueves

El milagro de toda reconciliación

Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados». Algunos escribas pensaron: «Este hombre blasfema:. Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: «¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”, o “Levántate y camina”? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados –dijo al paralítico– levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». El se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.. Mt 9,1-8

La admiración de la gente y el escándalo de los escribas no nacen de la curación del paralítico, sino más bien por las palabras de Jesús: “Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados”. Él realiza este milagro para anunciar que un nuevo poder ha aparecido en el mundo: el del perdón de los pecados. Jesús tenía poder no sólo sobre el cuerpo del paralítico, sino también sobre sus almas, a fin de que le sea dada una vida nueva. Jesús no es un simple curandero de los males del hombre y de la sociedad. No sana para que todo funcione mejor, sino que abre horizontes de vida nueva, reconciliando al hombre con Dios. Y es admirable que Él haya trasferido este poder a la Iglesia. Reflexionando sobre el comportamiento de este paralítico que se levanta y se va  a su casa, podemos imaginar la curación interior que siente una persona que sale del confesional. Si el pecador es un hombre defraudado en su vivir en la comunión con Dios, este texto del evangelio nos hace tocar con la mano el advenimiento de Jesús en la historia según las palabras del profeta Ezequiel: “Los rociaré con agua pura, y ustedes quedarán purificados. Los purificaré de todas sus impurezas y de todos sus ídolos. Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne. Infundiré mi espíritu en ustedes y haré que signa mis preceptos, y que observen y practiquen mis leyes»(Ez 36,25-27).

No es sólo que el paralítico sea curado en las piernas y ahora se levanta y va a su casa: el hecho es que tiene un camino nuevo que seguir un proyecto que realizar. Los verdaderos paralíticos son los escribas que piensan: “Este hombre blasfema”. Estos regresan a casa como vinieron, todavía esclavos de sus pecados, de sus presunciones y de su pequeño mundo. La verdadera blasfemia, el escándalo del Evangelio, es que Dios se ha hecho solidario con nosotros en nuestro pecado para que nosotros fuéramos solidarios con él en su resurrección. Por más que lo meditemos, no podremos nunca penetrar en este misterio del amor de Dios. Por más que lo meditemos, no penetraremos nunca plenamente en el milagro que se realiza siempre que entremos en un confesional para reconciliarnos con Dios.  

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