XIII semana del Tiempo Ordinario – Lunes
¿Qué quieres Señor?
Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla. Entonces se aproximó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas». Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza». Otro de sus discípulos le dijo: «Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre». Pero Jesús le respondió: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos». Mt 8,18-22
Hace unos días, el pasaje del Evangelio hablaba de los lirios del campo y las aves del cielo, el cual nos ha llevado a reflexionar sobre la Providencia y la realidad de un Dios providente. Es una experiencia que no parece fácil de hacerse por las personas que viven entre la seguridad de nuestro mundo occidental. El hecho de haber seguido la vocación del matrimonio, con el ejercicio de nuestras profesiones de profesora e ingeniero, nos ha permitido vivir en una cierta comodidad. Sin embargo, el habernos abierto a tener una familia numerosa de catorce hijos que educar y hacer crecer, nos ha hecho experimentar, día tras día, la realidad de un Dios providente, como lo es con los lirios del campo y los pájaros el cielo. Fue una gran experiencia, que nos ayudó a vivir para seguir al Señor, nuestra única seguridad. El abandonarnos nuevamente a la palabra de hoy, como lo hicimos hace muchos años atrás, ahora que los hijos han abandonado el hogar y viven por cuenta propia, nos hace todavía experimentar el amor de Dios y su Providencia. Sería la misma experiencia de la que habla hoy Jesús, que va más allá de las aves del cielo, que tienen al menos un nido, mientras que el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza, en la noche. Sabemos, sin embargo, que desde que abandonó el hogar familiar y para seguir su misión, por la noche siempre ha encontrado, junto con sus discípulos, un lugar para reclinar la cabeza para descansar. Y aún hoy, ésta es la experiencia de un misionero Ad gentes. ¿Es eso lo que quieres de nosotros, Señor, para el tiempo que nos queda? ¿O quieres que permanezcamos en éste nido, que hemos construido con los años y sigue siendo punto de referencia y punto de encuentro para los hijos, hijas, nueras, yernos, nietos y amigos? Sería la continuación de nuestra vida de siempre, el equilibrio entre la vida familiar y la fuerza del testimonio. Palabra de hoy nos da motivos para reflexionar y orar acerca de esto, especialmente a la luz del consejo que nos dio un día, Monseñor Giambattista Guzzetti: «El testigo – Nos dijo – debe ser una persona normal. Si es normal puede ser un testimonio y un ejemplo de vida, de lo contrario no lo es. Una cosa excepcional la permite el mundo, pero si son más las excepciones que lo normal se considera como una extravagancia.» Vamos pues a rezar para que el Señor ilumine las opciones de nuestro futuro.