ESFL199

XII semana del Tiempo Ordinario – Viernes

Rejuvenecer la fe

Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: «Señor, si quieres, puedes purificarme». Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado». Y al instante quedó purificado de su lepra. Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarse al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio». Mt 8,1-4

Estaba escrito en la ley judía: “El leproso que tenga llagas llevará vestidos rotos y la cabeza cubierta hasta el labio superior y irá gritando: “¡impuro! ¡impuro! Será impuro hasta que dure la enfermedad; deberá vivir solo, habitará fuera del campamento” (Lev 13,45-46). Jesús se indigna delante de esta norma que no refleja el espíritu del Reino de los cielos y es contra la prescripción de la ley, toca al leproso y lo cura. Así, aquel hombre que era impuro y excluso de la sociedad, se purifica y es enviado a los sacerdotes “como testimonio para ellos”.

La curación de un leproso, de hecho, debía ser reconocida oficialmente por los sacerdotes a fin de que él fuera readmitido en la comunidad civil y religiosa. Con Jesús la situación se ha trasformado: la Iglesia no puede alejar a los que son afectados por la lepra del pecado. Ella es siempre una mescla de grano bueno y de cizania. Pero sucede a veces que no sólo los pecadores sino también los neo-convertidos son tratados con indiferencia y sospecha. Recuerdo que una señora que, hace algunos años había estado en Medjiogorje casi por curiosidad y había regresado llena de fe. Mientras contaba las maravillas que había visto, agregaba que había su conversión había sido recibida en su parroquia con frialdad y no había generado el entusiasmo que ella se esperaba. Es un escándalo enfriar el con comportamientos fríos la fe de los neófitos del evangelio. Danos, Señor, la gracia de participar a la alegría de quien fue tocado por la gracia del Señor, para que ante estos testimonio, podamos también nosotros rejuvenecer nuestra fe.

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