XI semana del Tiempo Ordinario – Sábado
La fe en la Providencia
Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes…puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón…se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se inquieten entonces, diciendo: «¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?». Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana…A cada día le basta su aflicción. Mt 6,25-34
Nuestra amiga Renata ha vivido una experiencia muy triste. Cuando la conocimos, hace muchos años, era una persona a quien la vida parecía haberle dado todo: una profesión como maestra, un marido con una profesión bien afirmada y dos hermosos niños. Pero cuando Renata, serena y confiada, comenzó su tercer embarazo, su marido le dijo que la iba a dejar para irse a vivir con su secretaria, y ella, después de unos meses, tuvo que llevar adelante, ella sola, la tarea de hacer crecer y de educar tres hijos. Empezó para ella un período dificilísimo, que parecía no tener fin. Luchaba contra las dificultades como una leona por sus cachorros, pero a veces entraba en crisis. Una tarde cayó en una crisis más profunda que las otras y vino a nuestra casa, como lo hacía a menudo, para encontrar amistad, alguien que la escuchara, un consejo, pero sobre todo un poco de oración. Ésa vez, sin embargo, las horas pasaban sin que le llegara la ayuda esperada, hasta que encontramos la página con el evangelio de hoy con la exhortación de ponerse en las manos del Señor, como “las aves de los cielos” y “los lirios del campo”.
Nos quedamos en silencio y dejamos que el mensaje bajara lentamente en el corazón y, en un determinado momento, Renata se dio cuenta de que el Señor le había hablado. Cuando salió para regresar a su casa, era ya una persona regenerada, transformada, y desde entonces siempre ha confiado ciegamente en el Señor. Ha encontrado muchas dificultades, pero las ha superado todas, y ahora que sus hijos son todos graduados, está disfrutando de una fase de tranquilidad en su vida, con muchos momentos de alegría, que comparte con viejos amigos, entre los cuales estamos nosotros.