ESFL192

XI semana del Tiempo Ordinario – Jueves

Meditar el Padre Nuestro 

Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes. Mt 6,7-15

El evangelio de hoy nos invita a redescubrir el Padre Nuestro: es la oración salida de la boca de Dios y destinada a los oídos de Dios. Es la oración que Él nos dejó porque Él quiere que se ore con estas palabras. El hombre la ha trivializada recitándola “en serie”, sin pensar, como se podría decir una breve oración, cuando estamos en la necesidad o cuando tenemos miedo. Hemos perdido el sentido del misterio que se oculta en esas palabras. Sugerimos, pues, de redescubrir el Padre Nuestro recogiéndonos en silencio y haciendo resonar poco a poco en nosotros como en un eco las palabras y frases que lo componen, dejando que el Espíritu les quite la pátina que el hábito y el tiempo han depositado sobre ellas.

Hay que devolver al Padre Nuestro, el brillo original de cuando fluyó de los labios de Jesús de Nazaret. Escuchando esas palabras que salen de nuestra boca y entran por nuestros oídos, tenemos que llegar a  sobresaltarnos, de lo contrario no tenemos  ni siquiera la mínima percepción de qué oración es el Padre Nuestro. Nuestra fe se basa en tres pilares: el evangelio que los primeros apóstoles nos han dado, la Eucaristía que perpetúa el don de Jesús al Padre a beneficio de los hombres que Él sirve, y el Padre Nuestro, que perpetúa la presencia de Jesús que ora. El Padre Nuestro es el evangelio traducido en oración. Pongámosnos ahora en silencio y hagamos resonar dentro de nosotros la palabra ¡”Padre”! Es la misma palabra con la que Jesús comenzó cada vez su oración: “Gracias, Padre. Sí, oh Padre. Padre Santo. Padre, en tus manos.” En esta palabra se encuentra la imagen del Padre bueno, del Padre que tenía dos hijos, del Padre que viste los lirios del campo y que procura la comida a las aves del cielo.Del Padre que tanto amó al mundo.Pasamos a la segunda palabra, “nuestro”! En ella reside el secreto de que el Padre Celestial es el padre de todos, incluso de aquellos que no lo conocen y de los que no saben orar. Ahora, dejo la pluma, pero invito al lector a continuar la meditación del Padre Nuestro.

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