XI semana del Tiempo Ordinario – Martes
Amar a nuestros propios enemigos
Ustedes han oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo” y odiarás a tu enemigo.Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.Mt 5,43-48
Leemos y releemos este pasaje en el Evangelio de Mateo, y nos damos cuenta de que hemos llegado a la fuente del pensamiento más revolucionario que se haya jamás podido concebir: a las fuentes mismas de la vida y de la paz. Nadie antes de Jesús había concebido el amor y el perdón como la esencia de la vida. Tal vez Sócrates y los antiguos estoicos en Grecia habían entrevisto algo de esto, pero no eran más que pequeños destellos de luz que se filtran a través de las rendijas de una puerta.. Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios, ha abierto de par en par la puerta del amor y del perdón, hasta dejarnos deslumbrados por la luz que emanan. No hay alternativa: para parecerse a nuestro Padre Celestial, que hace salir el sol para todos, y que hace llover sobre justos e injustos, y para lograr la paz del corazón, debemos llegar a amar, perdonar y orar por nuestros perseguidores. La única manera de poder tener éxito en esto es la oración, aunque, al principio, empezar a orar por nuestros enemigos no es ni fácil ni natural. Sin embargo, si rompemos el hielo y comenzamos, el Señor nos dará, por gracia, los sentimientos de amor, de perdón y de paz, que de otro modo no serían espontáneos. Si nos preguntamos por qué hay enemigos la única respuesta es: porque existe el mal. Sin embargo, en este gran misterio que es la vida, incluso nuestros enemigos, y a veces hasta más que nuestros propios amigos, son importantes para nuestro camino espiritual y para realizar el proyecto de vida que el Señor ha preparado para nosotros. En la dinámica del amor, del perdón y de la oración, sucede que los enemigos se convierten en hermanos. Sucede también a veces que los enemigos son aún más importantes para la realización de nuestro plan de vida: cuando tomamos caminos equivocados, son los enemigos, más que los amigos, quienes nos bloquean el camino. No lo hacen para ayudarnos, pero lo hacen, y así que son ellos quienes sin saber ni querer nos ayudan. En un camino espiritual todo sucede para nuestro bien.