XI semana del Tiempo Ordinario – Lunes
La fuerza de la mansedumbre
Ustedes han oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente”. Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.Mt 5,38-42
Hace algunos años, durante una entrevista, un periodista le preguntó al Honorable Señor Giulio Andreotti: “Usted que cada mañana antes de ir al Parlamento va a rezar en la iglesia, me diga, ¿si uno le golpea la mejilla derecha, usted también le da la otra mejilla?”. “Ciertamente”, dijo Andreotti. “¿Y si también le golpea la izquierda?”. “No sabría qué hacer: yo solamente tengo dos mejillas”. Esta respuesta, más allá de la vena humorística que sería la envidia de un inglés del siglo XIX, nos ayuda a entender lo difícil y antinatural que resulta ser mansos, especialmente si tenemos la energía para reaccionar. Para una oveja es fácil ser mansa, pero ¿para un león? La mansedumbre, en un camino espiritual, es la meta más difícil de lograr. Tal vez lo sea aún más que la pobreza, la obediencia y la pureza. Sin embargo, aunque sea difícil, éste es el camino que hay que seguir, porque fueron la mansedumbre y la humildad, no el poder, lo que permitió a Jesucristo salvar el mundo en la cruz: “Aprendan de mí, porque soy manso y humilde de corazón”(Mt 11,29). Jesús dijo una vez a los apóstoles: “Felices los mansos, porque recibirán la tierra en herencia” (Mt 5,4), citando una de las Bienaventuranzas que Jesús mismo había enumerado en el Sermón de la montaña. Hay, de hecho, en la mansedumbre, una fuerza oculta increíble, que le permite obtener resultados y lograr objetivos que no se pueden alcanzarse a través de la violencia.
La historia nos enseña que las revoluciones verdaderas, las que dieron resultados de larga duración, siempre fueron pacíficas. Baste pensar en el movimiento liderado por Martin Luther King, quien obtuvo la plena inclusión de las personas de ascendencia africana en la vida social y política de los Estados Unidos de América; o en la revolución no violenta liderada por Mahatma Gandhi, que ha permitido a la India de liberarse del colonialismo británico. Fueron revoluciones pacíficas cuyos resultados durarán para siempre, y no como la Revolución de Octubre que se hizo con las armas y que después de setenta años terminó miserablemente. Ser mansos no significa soportar la injusticia y sufrir la arrogancia de los agresores: quiere decir, combatir las batallas justas con firmeza, pero sin actitudes de odio y de violencia, ni siquiera en el propio corazón.