ESFL181

IX semana del Tiempo Ordinario – Sábado

Jugarse por la fe 

Y él les enseñaba: «Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad».  Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir».  Mc 12,38-44

Esta página del Evangelio muestra, como ningúna otra, la línea divisoria entre aquellos que, como los escribas, juegan con la fe, y los que, como esta viuda, “se juegan por la fe.” Los escribas conocen las Escrituras, hablan de ellas constantemente para mostrar su capacidad de penetrarlas, y disfrutan  del hecho de ser considerados personas importante “ a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y en los banquetes”. Aceptan fácilmente la palabra de Dios, pero esta  palabra en ellos no pone raíz, como la semilla que en la parábola del sembrador, cae entre las piedras, entre los cardos y en el camino. Más aún, a menudo utilizan la sabiduría de  vida que nace de las Escrituras para escalar los grados de la sociedad. Se consideran exentos de depositar el dinero en el “tesoro”, que constituye la recolección de las ofrendas para el templo, pero les gusta caminar en él”inflados y engreídos”, como habría dicho el abuelo Renzo. Tal vez el joven rico que no siguió a Jesús porque tenía demasiadas riquezas, se encontraba entre aquellos que “ todos han dado de lo que les sobraba “ La pobre viuda, sin embargo, ha contribuido con “todo lo que tenía para vivir”, ha depositado en el “tesoro” su propia vida. En ella la semilla del sembrador cayó en buena tierra y produjo abundantes frutos. Ella pertenece al grupo de los que escuchan la palabra de Dios,la conservan en sus corazones, y esperan pacientemente que eche raíces y luego empiezan a realizar el proyecto de vida que el Señor les ha preparado. El Hermano Héctor se jugó su vida entre las personas abandonadas de Milán, nuestro amigo Damián Guzzetti se convirtió en un misionero comboniano y ahora está en Uganda, Angela Crippa dejó su trabajo de enfermera y se fue a curar a los pobres de Brasil, Gianluca está donando los mejores años de su vida a los africanos que llegan a Italia, y otros se casaron formando una familia cristiana, y recibiendo como bendición los hijos que el Señor les envía. Es el Reino de Dios que  crece en los que se juegan sus vidas por la fe..

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