ESFL175

VIII semana del Tiempo Ordinario – Sabado

El equilibrio entre el servicio y los privilegios 

Y llegaron de nuevo a Jerusalén. Mientras Jesús caminaba por el Templo, los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos se acercaron a él  y le dijeron: «¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio autoridad para hacerlo?». Jesús les respondió: «Yo también quiero hacerles una sola pregunta. Si me responden, les diré con qué autoridad hago estas cosas. Díganme: el bautismo de Juan, ¿venía del cielo o de los hombres?». Ellos se hacían este razonamiento: «Si contestamos: «Del cielo», él nos dirá: «¿Por qué no creyeron en él»?. ¿Diremos entonces: «De los hombres»?». Pero como temían al pueblo, porque todos consideraban que Juan había sido realmente un profeta, respondieron a Jesús: «No sabemos». Y él les respondió: «Yo tampoco les diré con qué autoridad hago estas cosas». Mc 11,27-33

En el pasaje del Evangelio de ayer, meditamos sobre el episodio de la maldición de la higuera, que luego se seca. Entrelazado con este hecho, el Evangelio de Marcos narra el acontecimiento de la expulsión de los mercaderes del templo por obra de Jesús: » Jesús entró en el Templo y comenzó a echar a los que vendían y compraban en él. Derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los vendedores de palomas «(Mc 11,15). La combinación de los dos episodios no es casual: para los que saben leer: significa que también el templo correrá la misma suerte de la higuera, porque sus frecuentadores no habían dado los frutos que Dios esperaba de ellos. En el Evangelio de hoy, mientras Jesús se pasea todavía por el templo, se le acercan los sumos sacerdotes,los escribas y los ancianos, que junto con los fariseos, constituían los notables de la civilización judía. Ellos,  refiriéndose a la expulsión de los mercaderes,le dicen: «¿Con qué autoridad haces estas cosas?». Es una pregunta interesada, porque estos notables ven peligrar su posición de privilegio por obra de uno que derriba todo el poder, porque afirma que » el mismo Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir» (Mc 10,45); cosa para ellos inaceptable. Estas son las razones que dan lugar a la escena del evangelio de hoy en el que Jesús se niega a responder a las preguntas que se le formulan. No porque no pudiera responder, sino porque no puede haber diálogo entre las personas que trabajan para servir y los que lo hacen sólo para mantener sus privilegios. El único punto de encuentro podría ser sólo el compromiso, que para Jesús fue siempre inaceptable. Lo mismo ocurre hoy en día, con quien trata de entrar en la política, y en otras áreas similares, con un verdadero espíritu de servicio. La actividad política, casi siempre, es útil sólo para los que aceptan el compromiso entre «servicio» y «privilegios».¡Nosotros  sabemos algo al respecto!.

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