ESFL170

VIII semana del Tiempo Ordinario – Lunes

El joven rico 

Un hombre ….  le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la Vida eterna?». Jesús le dijo: «….Tú conoces los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no perjudicarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre». El hombre le respondió: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús lo miró con amor y le dijo: «Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». El ….se entristeció y se fue apenado, porque poseía muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de Dios». Los discípulos …. se preguntaban unos a otros: «Entonces, ¿quién podrá salvarse?». Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo: «Para los hombres es imposible, pero no para Dios». Mc 10,17-27

El pasaje de hoy es uno de los más impactantes del Evangelio. No tenemos que mirar muy lejos para encontrar quién es este joven rico: somos nosotros, con nuestro anhelo de vida eterna, con nuestro deseo de vivir la realidad del reino de los cielos, y al mismo tiempo, con nuestra incapacidad de vender  todo, dar la ganancia a los pobres y seguir al Señor. Mientras se trate de observar los mandamientos , aunque con altibajos, nos sentimos lo suficientemente seguros como lo es también el joven rico.El problema surge cuando queremos seguir el camino de la perfección,al que están vinculados la felicidad y la alegría: «Tú dices  bien, Señor, pero no tuviste una familia con muchos hijos que criar, educar y encaminar hacia un futuro» . Una persona sola es más libre, pero cuando tienes una familia, no se puede imponer a todos los miembros de la familia una opción radical.La decisión se transforma así en un hecho comunitario,y no personal. En una familia, sobre todo si es numerosa, no todo el mundo está dispuesto a vender todo y a dar las ganancias a los pobres. En una familia los primeros pobres son justamente los hijos,a los  que se debe garantizar lo necesario para el presente y la educación para el futuro. Por supuesto, tenemos que encontrar la manera de abrirnos al prójimo, también para educarlos a la solidaridad y a la generosidad. Según nuestra experiencia, una familia debe funcionar más o menos como funciona la chimenea de un hogar, que, para quemar bien la leña, tiene que estar abierta hacia el exterior, con una abertura lo más grande posible, pero no excesiva, de lo contrario la llama se rasga y el fuego se apaga lo mismo, como si no hubiera ninguna abertura. Para una familia éste es el camino de la serenidad y de la alegría. Nos damos cuenta de que el equilibrio entre las responsabilidades familiares y la solidaridad social es difícil de lograr, por eso decidimos de transformar en oración  la última frase del Evangelio de hoy: «Danos, Señor, el sentido común, la sabiduría, la generosidad y la fe para poder realizar, día tras día, las mismas opciones que habrías hecho Tú en nuestro lugar. Pero,al final de todo, confiamos siempre en tu misericordia, porque lo que no ha sido posible para nosotros,lo es para Tí. Gracias, Señor. «

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