ESFS091

Santísima Trinidad

Dios es uno y trino

Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo».  Mt 28,16-20

Una tarde de verano de hace algunos años, mientras yo estaba hablando con algunos de mis nietos sobre las religiones politeístas y monoteístas, en un determinado momento uno de ellos me preguntó: «Abuelo, ¿estamos seguros de que nuestra religión es monoteísta, ya que Dios para nosotros está formado por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo? «. Confieso que es la pregunta más difícil que me hayan hecho. Sin embargo, no pudiendo dejarlo sin respuesta, reuní inmediatamente algunos recuerdos de teología con algunas reflexiones que sobre el tema había empezado hacía un poco de tiempo, y razonando con ellos, hemos llegado a algunas conclusiones a las que, incluso después, tuve poco que añadir.

Las verdades del Reino de los Cielos que son el fundamento de nuestra fe, provienen de lo que el mismo Jesús nos reveló y de las reflexiones que la Iglesia ha desarrollado posteriormente a lo largo de los siglos. De éstas, la más impenetrable es el concepto de la Santísima Trinidad, o sea de como Dios es al mismo tiempo Uno y Trino. Ante este misterio, hasta S. Agustín tuvo que rendirse. Sin embargo, la Iglesia primitiva, después de haber empezado a reflexionar sobre este misterio en el Concilio de Nicea (325 dC), y en el sucesivo de Constantinopla (381 dC), proclamó el misterio de que Dios es Uno y Trino. En estos Concilios las reflexiones partieron del hecho de que Jesús, como Hijo de Dios, siempre ha hablado del Padre y del Espíritu Santo y de que Dios es Amor (1Jn 4,16). Nosotros también, a partir de estas verdades, tratamos de reconstruir la idea de la Trinidad. Si Dios es amor, no puede ser una realidad fija y estancada, debe circular continuamente entre el Padre y el Hijo, como se relata en los Evangelios. Por otra parte, como también ocurre en las relaciones humanas,cuanto más grande es el amor que une a dos personas, tanto más estas personas resultarán unidas. Y como el amor que une al Padre y al  Hijo es interminable,ellos son una única realidad,y el Amor mismo, siendo infinito,en Dios se convierte en  Sustancia Divina constituyendo la Tercera Persona: el Espíritu Santo. Una vez aferrada la verdad de fe de que Dios es Uno y Trino, entonces tenemos la clave del misterio de la Creación y de la Historia de la Salvación, así como también podemos ver más clara la realidad de nuestra fe y la de la familia misma. Estos son los ladrillos que nos permiten construir en nosotros el misterio de la Trinidad y el de Dios. Veámoslos.

Toda la creación lleva la marca de que Dios es Uno y Trino. Vivimos en un espacio tridimensional y el tiempo en el que estamos inmersos se divide en pasado, presente y futuro; son tres los reinos de la naturaleza: animal, vegetal y mineral;  los estados de la materia son tres: sólido, líquido y gaseoso; los elementos constitutivos de los átomos, que son los componentes básicos del universo, son tres: electrones, neutrones y protones, y podríamos seguir así adelante todavía.

La Historia de la Salvación muestra la obra de un Dios Trinitario. En el Antiguo Testamento Dios se revela primordialmente como Padre y mientras obra, sobre todo con la voz de los profetas, anuncia la venida del Hijo; en los Evangelios Dios, mientras se manifiesta y obra en el Hijo, anuncia  la próxima venida del Espíritu Santo, y, por último, en el tiempo de la Iglesia, Dios obra en la persona del Espíritu Santo. En la liturgia de la Iglesia, el Credo y los sacramentos del Bautismo y de la Eucaristía tiene una estructura trinitaria. Y, por último, la familia misma tiene una estructura trinitaria: “Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer” (Gn 1,27).

Creemos que con estas consideraciones simples, sin tratar de probar nada,podemos poco a poco  formar en nosotros la idea de un Dios trinitario.Pero al final,con todo, siempre será una verdad de fe personal: debemos abandonar la tierra firme de los razonamiento para poder lanzarnos hacia Dios con un » saltum  fidei «, como sugerían los místicos medievales.

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