VII semana del Tiempo Ordinario – Lunes
El exorcismo cotidiano
El les [discípulos] preguntó: «¿Sobre qué estaban discutiendo?». Uno de ellos le dijo: «Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo. Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron». «Generación incrédula,… Tráiganmelo… En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca…. Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más». El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto,…Pero Jesús…lo levantó … los discípulos le preguntaron: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?». El les respondió: «Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración».Mc 9,16-29
En el evangelio el exorcismo, además de liberar a las personas del diablo del que son esclavas,ha tenido siempre un valor programático en el sentido que muestra muy claramente la obra mesiánica de Jesús: para combatir y derrotar el mal que esclaviza al hombre y lo mantiene lejos de Dios. También nosotros estamos llamados a participar en esta lucha para liberarnos a nosotros mismos y liberar a nuestros amigos, como trataron de hacerlo con este joven los discípulos en el pasaje de hoy. Sin embargo, no tuvieron éxito. Fueron impotentes como cuando al atraversar el Mar de Galilea había comenzado a soplar un viento fuerte y ellos no sabían qué hacer. ¿Por qué, en ambos casos, los discípulos han constatado su impotencia? Porque, sea cruzando el lago, que en el pasaje de hoy, el Señor no estaba con ellos, y se dieron cuenta que sin Él no podían hacer nada. Así, en el Evangelio de hoy, Jesús enseña a los discípulos, y también a nosotros, que los dos medios para exorcizar el mal, cuando se presenta,son la fe y la oración: «Generación incrédula…Esta clase de demonios no puede conducir en modo alguno, si no es por la oración». En otras palabras, la fe es necesaria, pero no es suficiente: debe concretamente transformarse en oración. Esta condición, durante el día, parecería exponernos continuamente a los asaltos del demonio, porque con todo lo que tenemos que hacer, no podemos dedicar mucho tiempo a la oración. Parece, pero no lo es: porque siempre podemos actuar “la oración de la vida “, que se realiza a través de pensamientos honestos, buenos sentimientos, palabras adecuadas y acciones justas. Y, en los momentos en los que el mal se presenta en modo más violento, podemos siempre hacer la señal de la cruz y rezar el Padre Nuestro en voz baja, para hacer presente el Señor en esa situación. Este es un exorcismo cotidiano al alcance de todos, ¡y es muy potente!