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Domingo de Pentecostés.   

El Espíritu Santo ilumina a la iglesia  

Cuando venga el Paráclito que yo les enviaré desde el Padre, el Espíritu de la Verdad que proviene del Padre, él dará testimonio de mí. Y ustedes también dan testimonio, porque están conmigo desde el principio».  Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora.  Cuando venga el Espíritu de la Verdad, él los introducirá en toda la verdad, porque no hablará por sí mismo, sino que dirá lo que ha oído y les anunciará lo que irá sucediendo.  El me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes.  Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo: «Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes». Jn 15,26-27;16,12-15

Excepto Luisa, que a su edad de cuatro años sabe ya todo, los demás nietos hacen de vez en cuando preguntas insólitas a las que les decimos sistémicamente: “Te lo explicaré cuando estés más grande”. De vez en cuando alguno de ellos contesta: «¿Por qué no me lo explicas ahora? yo estoy ya grande». Es cierto que a los niños hay que dar siempre alguna respuesta exhaustiva para que tomen conciencia de la realidad en la que han sido llamados a vivir., pero hay algunos argumentos que los adultos prefieren postergar hasta que ellos estén más grandes. Lo mismo sucede cuando una persona nace a la fe y entra a formar parte del Reino de los cielos: se encuentra en un mundo nuevo, que va descubriendo poco a poco, cuya conciencia se abre poco a poco con el crecimiento espiritual. Es la estrategia seguida por Jesús para preparar a sus discípulos a tomar en sus manos las riendas de la Iglesia futura.. Pero hay argumentos que Él ha hecho a un lado hasta la venida del Espíritu Santo después de la resurrección y de pentecostés, porque muchas veces que les ha hablado de ellos,  ha encontrado en ellos sólo rechazo e incredulidad.  Esto es lo que sucede en el evangelio de hoy: «Muchas cosas tendría que decirles, pero por el momento nos son capaces de entenderlas. Cuando vendrá el Espíritu de la Verdad, Él los guiará a toda la Verdad». 

La primera de estas cosas que los discípulos han siempre rechazado es el hecho que el Maestro habría de sufrir y morir en la cruz para salvar al mundo. La segunda y la tercera, es decir, la venida del Espíritu Santo en la historia y el testimonio que ellos deben dar, son anunciadas en el texto de hoy: «Cuando vendrá el Paráclito (el Espíritu Santo) que Yo les mandaré del Padre, Él dará testimonio de Mí, y también ustedes darán testimonio de Mí, porque han estado conmigo desde el principio». Otra verdad que deberán descubrir es que ellos, como el Maestro, estarán sujetos a la dinámica del grano, que tiene que morir bajo tierra para producir frutos.

Después de las revelaciones del Espíritu Santo constituirán un río de sabiduría divina que no se seca nunca. Basta recordar que el anuncio del Evangelio deberá ser llevado a todos los pueblos (1r. Concilio de Jerusalén); la definición del Credo (Concilio de Nicea, 325), los conceptos de libertad, igualdad y fraternidad que penetrarán poco a poco en la historia; la primera encíclica social (Rerum novarum de León XIII, 1891), que es l síntesis de las ideologías del capitalismo y del comunismo, iluminados por la Fe. 

Hoy también la Iglesia ha tomado posición y dado algunas respuestas; hay algunos argumentos que requerirían la apertura de un nuevo Concilio; la integración internacional con motivo de la globalización, el concepto de familia que está cambiando, si la vida debe ser generada por el amor o puede ser también producida en “in vitro” o en laboratorio, el desarrollo sostenible por lo que se refiere a la ecología, como los divorciados pueden vivir una vida espiritual completa, el concepto de virginidad en un mundo en el que las personas se casan a los 30 años y el de pureza en los solteros, en los cónyuges, en los homosexuales yen los consagrados. Y finalmente habría un argumento de apertura del sacerdocio a las mujeres. En los tiempos modernos, junto con la tecnología, también la historia ha comenzado a correr y los concilios eclesiales, para dar respuestas adecuadas a los problemas de los hombres, deberán ser siempre más frecuentes.   

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