ESFL112

VI semana de Pascua – Lunes

La comunión en la fe

Nos embarcamos en Tróade y fuimos derecho a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis. De allí fuimos a Filipos, ciudad importante de esta región de Macedonia y colonia romana. Pasamos algunos días en esta ciudad, y el sábado nos dirigimos a las afueras de la misma, a un lugar que estaba a orillas del río, donde se acostumbraba a hacer oración. Nos sentamos y dirigimos la palabra a las mujeres que se habían reunido allí. Había entre ellas una, llamada Lidia, negociante en púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios. El Señor le tocó el corazón para que aceptara las palabras de Pablo. Después de bautizarse, junto con su familia, nos pidió: «Si ustedes consideran que he creído verdaderamente en el Señor, vengan a alojarse en mi casa»; y nos obligó a hacerlo. Hch 16,11-15

Cuando algunas personas fueron a Jesús para decirle que sus hermanos lo estaban buscando, +El, mirando a sus discípulos que estaban con Él y que lo seguían de un lugar a otro de la Palestina, les dijo a todos: “¡Estos son mis hermanos!”  Al decir estas palabra no quería Jesús desconocer sus relaciones familiares (la palabra “hermano” en arameo, (idioma muy pibre de vocablos, “hermanos” indiga  a los familiares) quería solo afirmar que entre los hermanos de fe, se establecen relaciones más fuertes que la misma parentela. Quería Jesús enseñarnos aud entre las personas que oran junto se establece una relación entre los hermanos de fe, hijos del mismo Padre que está en los cielos.Este es el sentimiento. Por otra parte, si para un cristiano el momento más importante es la oración, éntrelas personas que oran se estable una relación fuerte, debido a la conciencia de ser hermanos de fe e hijos del mismo Padre celestial. Este es el sentimiento que, en el texto de hoy, nace expontáneo en la familia de Lidia, apenas convertida al evangelio, y a la de Pablo. Es una comunión  fraterna tal que todos sean invitados a ir y habitar en su casa. Es por fuerza de est vínculo que, también hoy, son más estables las familias en donde, además de compartir la cicienda y el pan cotidiano, se reza también juntos.

También nosotros, cuando teníamos hijos pequeños, hemos sido invitados a trascurrir las vacaciones en casa de los hermanos en la fe, conocidos durante los encuentros de oración. Recordamos todavía con alegría  los veranos pasados en la Isla de Pantellería, en Sardinia, en Calabria, en Campania, en Liguria, en Boca di Magra. Meses ricos de solo, de nadadas y de oración juntos.

También ahora que las vacaciones con un minibús cargado de hijos son un recuerdo, cuando regresamos a casa en Florencia, somos hisedados por María Rosa con la que, desde años, compartimos la oración en la familia, y nos sentimos tranquiolos y le damos gracias al Señor por este don de su gracia.

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