V Semana de Pascua – Domingo.
Los cortes y podaduras del Señor
«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. Jn 15,1-7
Hacia el final del invierno, los días comienzan a ser largos y el sol calienta más, para quien tiene viñedos es tiempo de podar las vides. El cultivador toma su podadora, como está escrito hoy en el evangelio, corta desde la raíz los ramos, que él piensa no van a producir frutos y elimina los sarmientos secundarios a fin de que los demás den mejores frutos y más abundantes,
Cuando era un muchacho me preguntaba cómo le haría Dante, cuyos campos confinaban con nuestra casa, para saber cuáles ramos debía cortar y cuales podar. Un día le pregunté y me dio esta respuesta: “No existen criterios fijos. El cultivador no lo entiende, lo siente. Pero de cualquier modo, cuando una rama es vieja, producirá solo hojas, ningún fruto, porque la linfa no lo alimenta bien: entonces la corta. Si, en cambio, es joven, lo poda”. Un día, viendo que cortaba una rama joven desde la raíz, le dije: “¡Dante, ese ramo es joven!” Y él contesto: “Esta vid da frutos de calidad, por eso corto algunas ramas jóvenes para que la substancia de la vid alimente sólo algunos racimos. Voy a hacer un poco de vino especial”.
Esto es lo que ha hecho Dios Padre con Jesús de Nazaret: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el agricultor. El sarmiento que no da fruto, lo corta, y el que da fruto lo poda para que dé más fruto. La misma cose sucede hoy a quienes se ponen a la secuela del Señor, recibiendo el anuncio del evangelio. Poco a poco, entrando en el espíritu del Reino de los cielos, se cambian las costumbres, intereses y compañías: entran otros proyectos, otros valores, otras amistades y otros sueños. Son los cortes y las podaduras de las que se habla en el evangelio de hoy y, como hacía Dante, sucede que, para mejorar la calidad de los nuevos frutos, se debe cortar también algún sarmiento bueno. Es como escribe Pablo a los Filipenses, la consecuencia de la vida nueva que toma el lugar de la vieja: » Pero todo lo que hasta ahora consideraba una ganancia, lo tengo por pérdida, a causa de Cristo. Más aún, todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas, a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo»(Flp 3,7-8).
También nosotros, con el transcurso del tiempo, hemos dejado todo, las viejas costumbres e disminuir la frecuencia de muchas amistades. Nos quedan sólo el Señor, la familia, e algunas tardes pasadas en la serenidad con algunos amigos. Me olvidaba; continuamos a bailar entre los pinos, durante el verano en Castiglioncello.