ESFS078

V semana de Cuaresma – Domingo

El preludio de la Pasión

Entre los que había subido para adorar durante la fiesta, había unos griegos que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron: «Señor, queremos ver a Jesús».  Felipe fue a decírselo a Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús.  El les respondió: «Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a ser glorificado.  Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto.  El que tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida en este mundo, la conservará para la Vida eterna.  El que quiera servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor. El que quiera servirme, será honrado por mi Padre. Mi alma ahora está turbada, ¿Y qué diré: «Padre, líbrame de esta hora? ¡Sí, para eso he llegado a esta hora!  ¡Padre, glorifica tu Nombre!». Entonces se oyó una voz del cielo: «Ya lo he glorificado y lo volveré a glorificar».  La multitud que estaba presente y oyó estas palabras, pensaba que era un trueno. Otros decían: «Le ha hablado un ángel».  Jesús respondió: «Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes.  Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este mundo será arrojado afuera;  y cuando yo sea levantado en alto sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». Jesús decía esto para indicar cómo iba a morir. Jn 12,20-33


La fama de Jesús de Nazaret había precedido su ingreso triunfal en Jerusalén, por eso en el texto de hoy, el siguiente día de su llegada a la ciudad, algunos griegos  se acercaron a Felipe y le dijeron: “Señor, queremos ver a Jesús”-No se trata de una simple curiosidad, sino del deseo de conocer aquel Maestro, cuyos milagros y cuyas ideas habían traído mueva linfa en la religiosidad un poco cansada del mundo judío, Jesús, sin embargo, habiendo ya entrado en el clima de la Pasión, responde con una frase que nos lleva a la ocasión de hacerse conocer en el momento de la cruz: “Ya ha llegado la hora en que el Hijo del hombre sea glorificado”.

Es la hora más importante de la historia y de la liberación del hombre del poder de Satanás y de la reconciliación entre el cielo y la tierra. Es también el momento en que Jesús debe pagar el precio del grande proyecto de Salvación que se está llevando a cabo: Ahora mi alma esta turbada, ¿qué decir? ¿Padre, sálvame de esta hora? ¡Pero para esto he llegado a esta hora! ¨Padre, glorifica tu nombre”.

En este diálogo del Padre y del Hijo, Jesús universaliza el momento: de la Pasión y lo extiende a todo discípulo que haya optado por seguirlo: “En verdad, en verdad les digo si el grano de trigo. caído en el suelo, no muere, permanece solo; si en cambio muere, produce mucho fruto”. Es el amor que acepta de sacrificarse en lo cotidiano y hasta la muerte, para que otros quieran vivir; es la madre que se deja machucar por el tren para salvar al hijo; es el padre – he conocido uno –que renuncia aún a la copa de vino de mesa, para poder pagar los impuestos universitarios de la hija y es la mujer que acepta con alegría la muerte para que el hijo que está dando a  luz.

A todas estas personas que, silenciosamente, aceptan morir y llevar una vida pobre –a veces de hecho, para que otros puedan vivir una vida feliz y digna, el Padre que no se deja ganar en generosidad del nadie, desde el cielo responde. “Lo he glorificado y lo glorificaré aún”. Esta glorificación es evidente, ya que quien da la vida, de cualquier manera, permanece en la alegría. 

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