IV Semana de Cuaresma – Miércoles.
Dios obra siempre
el les respondió: «Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo»….Entonces Jesús tomó la palabra diciendo: «Les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por sí mismo sino solamente lo que ve hacer al Padre; lo que hace el Padre, lo hace igualmente el Hijo. Porque el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace….Así como el Padre resucita a los muertos y les da vida, del mismo modo el Hijo da vida al que él quiere. Porque el Padre….ha puesto todo juicio en manos de su Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre….Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna …ha pasado de la muerte a la Vida. Les aseguro que la hora se acerca, y ya ha llegado, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan, vivirán…. Nada puedo hacer por mí mismo…. porque lo que yo busco no es hacer mi voluntad, sino la de aquel que me envió. Jn 5,17-30
Es un error pensar que Dios, al principio de los tiempos, haya creado el universo y sus leyes y que todo se mueva y se realice autónomamente por aquel primer impulso divino. Dios obra siempre, en una continua creación: “Mi Padre obra ahora y también Yo obro”. El Hijo y el Padre – dice Jesús – obran juntos. “El Hijo no hace nada, sino aquello que ve hacer al Padre”. El Padre obra como un empresario que ha dejado la hacienda en las manos del Hijo, de quien permanece como consejero, pero “el que obra – dice Jesús – es el Hijo. “Como el Padre resucita a los muertos y da la vida – añade después a las resurrecciones del evangelio y a su propia resurrección futura – así también el Hijo da la vida a quien Él quiere. El Padre, de hecho, ha dado todo juicio al Hijo”. Con esta afirmación Jesús se refiere a la resurrección y a la vida espiritual que Él da a los que creen en Él: “El que escucha mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene la vida eterna”. Jesús hoy nos enseña que el Padre y el Hijo obran juntos: “Por mí mismo no puedo hacer nada… porque no busco hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado”. Después de Pentecostés, con el nacimiento de la Iglesia, Jesús no obra solo directamente, sino a través del Espíritu Santo, que a su vez, obrará en perfecta comunión con el Padre y con el Hijo. Con este pase de consignas entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, Dios, en sus tres Personas, pero con una sola voluntad, Dios ha siempre obrado y continúua a obrar en la historia de la salvación del mundo. Y esto nos asegura completamente, porque nos sentimos en las manos de Aquél que da la vida y que nos ama con un amor infinito. En la hacienda celestial, aunque si no obra personalmente, como esposa del Espíritu Santo, tiene un papel importante la Santísima Virgen María, dando consejos a su Esposo y arrancándole gracias para sus hijos, que nos movemos en la esfera terrena.