ESFL052

II Semana de Cuaresma – Lunes

La misericordia de Livia

Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es misericordioso. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados; perdonen y serán perdonados. Den, y se les dará. Les volcarán sobre el regazo una buena medida, apretada, sacudida y desbordante. Porque la medida con que ustedes midan también se usará para ustedes. Lc 6,36-38

Livia es una señora de casi sesenta años, que todos los días encontramos en la primera misa celebrada en el santuario de Saronno. Es flaca, tal vez no llegue a los 40 kilos. Ella tiene una pequeña lavandería con la que se mantiene bastante bien y con dignidad. Es una persona siempre alegre y sonriente, pero esta mañana, cuando fuimos a recoger los pantalones y las camisas que nos había arreglado, estaba un poco triste. “Perdónenme – nos dijo – hoy estoy algo triste, porque ayer me han molestado. Dos jóvenes me han golpeado y me han tumbado y luego se escaparon con mi bolsa de mi dinero, documentos, las llaves de mi casa y las del negocio”. Después, moviendo la cabeza, añadió con tono triste: “Son unos pobrecitos”.

Hubiera podido decir cosas peores, pero durante aquel pequeño resentimiento, dijo sólo “son unos pobrecitos”. En estas palabras se concentraban todos sus pensamientos y sus sentimientos: “¿Quién sabe de dónde vienen? ¿Quién sabe qué origen tendrán en su niñez? ¿Por qué los jóvenes se reducen a vivir así? ¿Qué futuro pueden tener? En esta palabra “pobrecitos” estaba todo estoy mucho más. Hoy, meditando en este texto del evangelio nos ha venido a la mente la señora Livia, quien con aquella frase “pobrecitos” nos había explicado lo que significa la misericordia, el no juzgar y el perdón. Aquellas palabras “son pobrecitos” quería decir: “Señor, perdónales, porque no saben lo que hacen”.

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