ESFS075

II Semana de Cuaresma – Domingo   

Cuando nace la chispa de la fe

Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevo a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo». De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significará «resucitar de entre los muertos». .Mc 9,2-10 

Sucede a veces que, en la rutina monótona de los días haya una persona de repente se ilumine de luz viva, o que, durante un retiro, la palabra de Dios nos ilumine con su luz. Es el comienzo de relaciones, de una nueva vida, como en el evangelio de hoy sucede a Pedro, Santiago y Juan. Il monte Tabor, sobre el cual se realiza la escena, si encuentra aislado en la llanura de Esdrelon, en la Galilea de los paganos, que en el evangelio representa el lugar de lo cotidiano, de la vida normal de todos los días. 

Sobre aquel monte, donde Jesús se retiraba con frecuencia a orar, hoy va con tres de sus discípulos que van a presenciar la trasfiguración de Jesús y oirán las palabras del Padre: « Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo »  Es la misma escena que Jesús había vivido en privado el día de su bautismo en el Jordán: «Tú eres mi Hijo muy querido, en ti tengo puesta toda mi predilección». (Mc 1,11). Es el momento de su investidura pública: Jesús, es reconocido como el Cristo (Mesías), la piedra angular en la historia de la salvación en la que Moisés y Elías representan al Antiguo Testamento y los tres apóstoles a la futura Iglesia. En un instante ellos son iluminados ya que «De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos «. Es el Espíritu de Dios que ilumina a las personas por su propia iniciativa en determinados momentos y en situaciones en que se recibe la gracia de la iluminación nueva. 

Esto me recuerda cuando, hace cincuenta años, encontré en casa de la familia Rossi, a Ana María: Era como si el Espíritu Santo, en aquel instante, hubiera encendido una chisma en mí. Después de este primer encuentro, siguieron otros más, el noviazgo, el matrimonio, el nacimiento de los hijos y una vida vivida juntos, pero todo comenzó en aquel instante. Lo mismo sucede con la fe: el Señor nos ha llamado y nos hemos levantado, y fuimos a donde Él nos ha llevado. Después de muchos años de camino, podemos dar testimonio de que, en el momento preciso en que nuestra fe se hizo ciega, es cuando hemos visto mejor. Es la experiencia de los que han encontrado al Señor y lo han seguido. Lo importante es no permitir que aquella luz se apague, porque después de aquel momento la chispa, de vez en cuando, se enciende más. 

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