I Semana de Cuaresma – Martes
El Padre nuestro
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, que venga tu Reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido. No nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal. Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes. Mt 6,7-13
¿ Por qué rezamos? A esta pregunta nosotros hemos tratado de dar alguna respuesta algunas veces, y hemos llegado a convencernos que los motivos individuales para orar son dos: rezamos porque tenemos necesidad de hacerlo, y porque Jesús oraba. La jornada de Jesús, así como la describen los evangelios, estaba constituida por tres encuentros: con los discípulos, con la gente, y con el Padre en la oración. Pero el encuentro con el Padre era lo que alimentaba el encuentro de Jesús con sus discípulos y con la gente. También nuestra jornada está co9nstituita por tres momentos: la vida social, la vida familiar y la vida personal. La experiencia personal nos ha mostrado que la vida personal es rica de oración, las demás ser vividas en la gracia y la plenitud, porque la oración transforma a las personas, la situación y el comportamiento humano. Cada quien tiene su modo de orar, aunque el enseñamiento de Jesús es válido hoy: rezar con pocas palabras, y también en mucho silencio y mucha escucha.
La oración de Jesús, el Padre nuestro, es al mismo tiempo personal y universal; usa siempre la palabra “nuestro”, nunca la palabra “mío” y con aquel “nuestro” Él reza por todos y en nombre de todos, aunque estos no sepan orar. El Padre Nuestro es la oración más sencilla, más grande, más completa y universal que exista. Está compuesta por tres partes. La primera parte se refiere al plan universal de salvación: santifi8cado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, que se haga tu voluntad en la tierra como en el cielo. Es evidente que esto se realiza a través de nosotros mismos. La segunda parte se refiere a nuestras necesidades: el pan de cada día, la necesidad de ser perdonados y de perdonar. ¡El Señor sabe cuándo debemos entrar en la dimensión del perdón! La tercera parte es una petición de ayuda en nuestras fragilidades: Haz que las tentaciones no sean más fuertes que nuestra capacidad de resistencia al mal, y líbranos del Maligno, en nuestros pensamientos, palabras y obras. Cuando rezamos esta oración nos sentimos más fuertes, más libres, en unión con el Señor y protegidos por su gracia.