Cuaresma – Sábado de Cenizas.
Jesus vino por los pecadores
Después Jesús salió y vio a un publicano llamado Leví, que estaba sentado junto a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció a Jesús un gran banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y los escribas murmuraban y decían a los discípulos de Jesús: «¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?». Pero Jesús tomó la palabra y les dijo: «No son los sanos que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan». Lc 5,27-32
Hoy encontramos a Jesús comiendo con los pecadores, ya que comer juntos es un evento de grande intimidad, de paz y de alegría, no existe escena más clara para anunciar que Jesús de Nazaret, Dios mismo ha venido a reconstruir una nueva comunión con los pecadores. Si se piensa que en Israel el banquete profetizaba los tiempos escatológicos, el día en que Dios se manifestaría al hombre, nos damos cuenta del significado simbólico de esta fiesta que Mateo prepara en su casa para Jesús. En el momento en que Él se sienta a la mesa con los pecadores se rehace la familia humana: el hombre se hace disponible para renegar su propio pecado de rebeldía hacia Dios y vuelve, como el hijo pródigo, a la casa del Padre.
No todos tienen una conversión instantánea como Mateo que inmediatamente ha dejado todo. La mayor parte de los comensales en el banquete, hoy recibirá el evangelio con una cierta lentitud, pero lo importante es que todos están a la mesa con Jesús. No es importante lo que somos cuando comienza la comida, sino aquello que seremos al final, cuando nos levantaremos de la mesa. O, para usar la misma metáfora: no todos entran en el reino de los cielos volando, algunos llegarán cojeando, pero lo importante es entrar en el banquete. Delante de esta escena maravillosa los escribas y los fariseos, como el hermano mayor en la parábola del hijo prodigo, murmuraban y se lamentaban por la iniciativa de aquel banquete y se preocupan de la manera de sentarse a la mesa junto con los demás. Ellos también, como el hermano del hijo pródigo, han permanecido siempre en la casa paterna, pero como siervos, sin llegart a la verdadera comprensión del corazón del Padre, sin llegar al amor. En el evangelio de hoy, Jesús concluye con una frase escandalosa: “No sin los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos; Yo no he venido por los justos, sino para los pecadores para que se conviertan”. Esta es la esencia de todo el evangelio, y es también el mensaje para los padres de familia ante los hijos que se salen del camino o se pierden: los papá se manifiesta tal en el perdón. Lo importante para ser perdonados es que haya sinceridad de corazón: nadie iría a ver al médico para esconder su enfermedad. Si lo hiciera no podría sanar.