Cuaresma – Viernes de Cenizas
El ayuno social
Ayunan para entregarse a pleitos y querellas y para golpear perversamente con el puño. No ayunen como en esos días, si quieren hacer oír su voz en las alturas, ¿Es este acaso el ayuno que yo amo, el día en que el hombre se aflige a sí mismo? Doblar la cabeza como un junco, tenderse sobre el cilicio y la ceniza: ¿a eso llamas ayuno y día aceptable al Señor? Este es el ayuno que yo amo –oráculo del Señor–: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne. Entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor. Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: «¡Aquí estoy!». Si eliminas de ti todos los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna. Is 58, 4-9
Cada día la práctica del ayuno de penitencia no está muy de moda. El camino espiritual cristiano está orientado más bien hacia la oración, la meditación de las Escrituras y la Eucaristía. Según nuestro parecer, sin olvidarse de esto último, sería una cosa óptima reencontrar la práctica del ayuno, no sólo como renuncia a la comida, sino más bien como regla de vida. El espíritu del ayuno, sin embargo, – nos dice Isaías – no debe ser un volvernos a nosotros mismos, como si no existiera otra cosa más que nosotros mismos, sino al contrario, una apertura social hacia los más necesitados. El ahorro, hecho con verdadero espíritu de sobriedad, debería ser dado a los pobres, quienes están demasiado acostumbrados al ayuno, sin culpa de ellos.
Si siguiéramos esta costumbre, que todavía no tenemos, nuestro ayuno podría ser aquel modo de vivir nuestra fe del cual habla Jesús cuando explica el juicio final: “He tenido hambre y me han dado de comer. tuve sed y me dieron de beber, era extranjero y me recibieron, desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, estaba en la cárcel y vinieron a verme”. (Mt. 25, 35-36). Hoy Isaías anticipa lo que será el criterio del juicio anunciado por Jesús, y nos propone el ayuno social, como regla de vida: “Desatar las cadenas y las ligaduras a los prisioneros, liberar a los oprimidos… compartir el pan con los hambrientos, recibir a los sin techo… vestir a los desnudos…” Si recibimos la exhortación de Isaías a vivir el ayuno como estilo de vida, descubriremos el misterio de la vida y el secreto de la alegría, descubriremos también que el Señor no se deja ganar en generosidad. Él responderá siempre: “Heme aquí”.