ESFL155

V semana del Tiempo Ordinario – Jueve

La fe echa fuera los demonios

Después Jesús partió de allí y fue a la región de Tiro. Entró en una casa y no quiso que nadie lo supiera, pero no pudo permanecer oculto. En seguida una mujer cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, oyó hablar de él y fue a postrarse a sus pies. Esta mujer, que era pagana y de origen sirofenicio, le pidió que expulsara de su hija al demonio. El le respondió: «Deja que antes se sacien los hijos; no está bien tomar el pan de los hijos para tirárselo a los cachorros». Pero ella le respondió: «Es verdad, Señor, pero los cachorros, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos». Entonces él le dijo: «A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija». Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio. Mc 7,24-30

Al final de la historia de hoy Jesús dice a esta mujer siro-fenicia: «A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija»Es el único exorcismo del evangelio que no se realiza por el poder de Jesús, sino por la fe de esta mujer pagana. Es un hecho sobre el que tenemos que reflexionar en profundidad: sobre ¿qué tipo de fe es la de aquella mujer siro-fenicia, que tiene el poder de expulsar los demonios de las personas y de las situaciones, pero sin ser directamente comandados ni por Jesús o ni por algún discípulo que obra en su nombre? Es la “fe del pan”. En ningún pasaje del Evangelio resulta tan claro como en el de hoy que la verdadera fe que mueve montañas, se actualiza en la «práctica del pan.» En un mundo como el nuestro, o como en el de los tiempos de Jesús, dominado por el individualismo y el hedonismo, la  fe que se hace pan y que satisface al hermano que necesita ese mismo pan sea material que espiritual, tiene un poder de liberación del mal de naturaleza divina  . El amor fraternal y el «pan» de la palabra difundidos en la sociedad, son ya de hecho una victoria sobre el mal: está en la condivisión de «el pan de los hijos», que nos volvemos hermanos y el Padre se convierte en el padre de todos.Nosotros tenemos una gran cantidad de este pan para compartir, sea como alimento material,que como palabra de Dios, pero no somos capaces de ofrecerlo con generosidad a las personas que encontramos durante el día.Y así al final del día nos sobran siempre doce canastas de pan que tenemos que tirar, o si no, si lo dejamos ahí… luego se  endurece. El pan debe ser compartido cada día para poderlo comer siempre fresco. El Señor nos entrega este pan cada  mañana, en la mesa y en la oración. Dadnos, Señor, el espíritu de condivisión del pan material y del de tu palabra.

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