V semana del Tiempo Ordinario – Lunes
Tocar a Jesús y el misterio de la vida
Después de atravesar el lago, llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y los que lo tocaban quedaban curados. Mc 6,53-56
El pasaje de hoy resulta claro, si lo leemos en el contexto de los acontecimientos que lo precedieron. Después de la multiplicación de los panes, que demostró la profunda humanidad de Jesús, ordenó a sus discípulos de subir a la barca para ir a la otra orilla del lago de Tiberíades, mientras que Él, habiendo antes despedido a la multitud, luego subió al monte a orar. Quería alejarse de las intenciones de los hombres que, después de ese milagro, querían hacerlo rey. Jesús se negó a las glorias del mundo, pero los apóstoles no lo entendieron “porque no habían comprendido el milagro de los panes y su mente estaba enceguecida» (Mc 6,52). Es en esta
situación de total falta de discernimiento que en el lago se levanta un fuerte viento contrario y los apóstoles, no obstante se esforzaran, no lograban adelantar ni siquiera un metro. Jesús entonces se les reúne caminando sobre las aguas y los apóstoles lo confunden con un fantasma, como lo tomarán por un fantasma en las apariciones después de la resurrección. Enseguida, después que Él subiera a la barca, el viento había amainado y todos llegaron rápidamente a Genesaret, en el otro lado del lago. A continuación de estos acontecimientos es cuando, en el Evangelio de hoy, Jesús se encuentra con esta gente que, en cambio, lo reconoce inmediatamente. La dureza del corazón de los apóstoles contrasta con la fe simple y sencilla de esta multitud que “toca” el Cristo y viene salvada y sanada de sus enfermedades.
El Evangelio de hoy nos invita a la reflexionar sobre el significado de esa fe. Si no «tocamos” el hecho de la Providencia que cada día se vuelve activa por la compasión y la misericordia del Señor, nos encontramos solos para luchar contra los vientos adversos y las olas que se levantan en el gran mar de la vida. Incluso el Señor que encontramos en la oración, en la Escritura y en la Eucaristía, corre el riesgo de convertirse en un fantasma que nosotros no queremos ni siquiera tocar, porque no lo creemos una realidad concreta y tangible como lo es Él en realidad Para la gente común, como la que forma esta multitud,Jesús es una persona real, que se puede tocar y a la que se pueden presentar los propios problemas,los pecados,las enfermedades, las situaciones complicadas y los problemas en la comprensión de los misterios de la vida. La gente simple toca la persona de Jesús y penetra más fácilmente que los teólogos en el misterio que nos rodea.