25 de enero – La conversión de St. Paul el Apóstol
La conversión de San Pablo
Y mientras iba caminando, al acercarse a Damasco, una luz que venía del cielo lo envolvió de improviso con su resplandor. Y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?». El preguntó: «¿Quién eres tú Señor?». «Yo soy Jesús, a quien tú persigues, le respondió la voz. Ahora levántate, y entra en la ciudad: allí te dirán qué debes hacer». Hch 9.3-6
Hoy la Iglesia celebra la «conversión» de San Pablo. Hay un «Antes» y un «después» en la vida de Pablo:y en medio hay un evento extraordinario e inesperado. Lo que era “antes” lo cuenta el mismo Pablo en algunos pasajes de sus cartas, cuando admite,»a pesar de mis blasfemias, persecuciones e insolencias anteriores» (1Tm 1,13),el todo confirmado por Lucas en los Hechos de los Apóstoles: «Saulo aprobó la muerte de Esteban…. Saulo, por su parte, perseguía a la Iglesia; iba de casa en casa y arrastraba a hombres y mujeres, llevándolos a la cárcel»(Hch 8,1-3).
Es en este perseguidor de la Iglesia que irrumpe imprevista, como un rayo en una tormenta de verano, la intervención extraordinaria y poderosa del Señor, que lo hará una persona nueva. Pablo no ha hecho nada para «convertirse”. No se encontraba en un camino de fe, sino que más bien se empeñaba «a fin de traer encadenados a Jerusalén a los seguidores del Camino del Señor que encontrara, hombres o mujeres» (Hch 9,2). Él, por otra parte, nunca ha usado la palabra «conversión» para expresar la experiencia que le cambió la vida:él siempre habló de «iluminación», «revelación» y «gracia». Pablo fue el apóstol de la gracia, del amor de Dios, libre y gratuito. La inspiración que lo fulminó consistió en la toma de conciencia, por el resplandor de aquel rayo, de su esquizofrenia religiosa: él, «un fariseo… de una conducta irreprochable» (Flp 3,5-6), estaba haciendo violencia a seres humanos libres e indefensos.
La voz «Soy Jesús, a quien tú persigues» (Hch 26,15), de golpe lo iluminó sobre el hecho de que cuando se toca una persona se toca a Dios mismo, y todo acto de violencia a una persona es un acto de violencia contra Dios mismo, como todo acto de amor hacia una persona es un acto de amor hacia Dios mismo Este fue el episodio que, después de un proceso de diez años de interiorización, lo transformó en un hombre nuevo, tanto como para poder decir: «Para mí la vida es Cristo»(Flp 1,21) y»por la gracia de Dios soy lo que soy «(1Co 15,10). Esta irrupción de la gracia en Pablo es una «buena noticia» también para nosotros: significa que el Señor resucitado tiene la capacidad y la libertad de trastornar la vida de cada uno, también en nuestro tiempo, convirtiendo a los pecadores en santos. Hablamos de Pablo, pero ocurrió lo mismo con San Agustín, San Francisco y muchos otros, aunque menos famosos.La historia de la Iglesia está llena de estas «buenas noticias».