III semana del Tiempo Ordinario – Miércoles
La escucha global
Jesús comenzó a enseñar de nuevo a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a él, de manera que debió subir a una barca dentro del mar, y sentarse en ella. Mientras tanto, la multitud estaba en la orilla. El les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas, y esto era lo que les enseñaba: «¡Escuchen! El sembrador salió a sembrar. Mc 4,1-3
Jesús «enseñaba muchas cosas en parábolas». Este lenguaje podría parecer más comprensible que el discurso directo, un modo sencillo para comunicar una doctrina difícil; oeroi no es así. El lenguaje de las imágenes es riquísimo en contenido, y sólo aquél que se dispone escuchar su significado y su mensaje puede entenderlo. Hay que sentarlos idealmente s los pies de Jesús para disponernos a escucha su mensaje, y aceptar en la proundudaddek corazón a Jesús que bnos habla y entender lo que nos dice.
Para entender las parábolas necesitamos aceptar al Señor y ponen¿rnos a sus pies para escucharlo con la misma sed de de la verdad de los que lo escuchaban a lo largo del Lago Tiberíades o come María en Betania.
Con esa actitud de escucha, las parábolasemanan significados y mensajes inimaginables, que tocan la mente y el corazón, como un vaso de perfume que llena toda la casa. He aquí, entonces, ue la palabra clave del texto hoy es: «¡Escuche!» Estamos invitados a ujna escucha, partiendo de las parábolas ndel evcangelio, y extenderlo a todas las sitruaciones de la vida, de la naturaleza y de la historia. El resultado final será el milagro de recomponer en Dios los hechos y las experiencias, commo el reunir los fragmentos de uan fotogfrafía deshecha por nuestros pecados y los del mundo.
Para el que sabe escuchar se le confían los misterios del Reino de los Cielos. Iniciando de la escucha del Ecvangelio, la exhortación a escuchar se hace global: se escuha con el oído, con la mirada y con todo nuestro ser, hasta recoger los infinitos mensajes que la vida nos ofrece: escuchemos al sol que se mete detrás de los montes el viento que soplan sobre los monetes y en los caminos; el mar que grita y hace resonar su música hasta llegar a a los pies de la ribera en tiempo de de bonanza. Escuchemos las cigarras y los grillos. Escuchemos los grande eventos de la historia y os pequeños hechos de la vida, escuchamos la crónicas de los periódicos y los noticierons y el llanto de Eduardo en su cuna. Escuhemos los mensajes secretos que nos llegan cada día, y conservándolos en el corazón. aprendamos a reconocer la voz del Señor, tanto el vida como en el evangelio. Y siguiendo esa voz, es difíl perder el camino.