II semana del Tiempo Ordinario – Sábado
Por qué meditar sobre el Evangelio
Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer. Cuando sus parientes se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: «Es un exaltado». Mc 3,20-21
El pasaje anterior contiene la lista de los que han sido llamados a seguir a Jesús y por lo tanto a la misión.La lista termina con el nombre de «Judas Iscariote, el mismo que lo entregó»(Mc 3,19). Incluso hoy en día, entre los cristianos que son llamados a la misión, existen siempre los que traicionan al Señor y a su mandado a la evangelización. El pasaje de hoy nos muestra la forma práctica cómo se traiciona al Señor: a su llamado corresponde siempre un contrallamado del buen sentido lleno de compasión de los “suyos” que dicen:»Es un exaltado» Jesús hoy se encuentra en «casa» con sus apóstoles que lo seguían todos los días. Este hecho encierra un profundo significado teológico:quién está en la casa y se sienta a la mesa con Jesús constituye su nueva familia, y a él es dado de entender claramente los misterios del Reino. Para aquellos que están fuera, las verdades del evangelio son explicadas sólo en parábolas»a fin de que miren y no vean, oigan y no entiendan, no sea que se conviertan y alcancen el perdón” (Mc 4,12). Pero ¿quiénes son estas personas de fuera de la casa, que no comprenden su mensaje y creen que Jesús era un «exaltado?»
Corremos el riesgo de serlo nosotros mismos. Si no escuchamos y meditamos su palabra, de manera que ella se abra y derrame en nosotros los misterios del Reino, nosotros nos quedamos fuera de la casa diciendo que Él es un “fuera de sí”. Si en cambio meditamos y oramos sobre lo que Jesús nos dice en el Evangelio de cada día, entramos en la casa donde el Señor explica su palabra en su totalidad