I semana del Tiempo Ordinario – Viernes
Dios nos salva en persona
Le trajeron entonces a un paralítico…. Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo … y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados». Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: «¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios? Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: «¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: «Tus pecados te son perdonados», o «Levántate, toma tu camilla y camina»? Para que ustedes sepan que el Hijo de hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados –dijo al paralítico– yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: «Nunca hemos visto nada igual».Mc 2,3-12
Cuando yo era un joven ingeniero, mientras trabajaba en mi escritorio, vi al jefe, más allá de la pared de cristal que nos separaba, contestar el teléfono, colgar el teléfono, tomar la chaqueta e irse. En una obra habían surgido graves problemas. A su regreso,me llamó a su oficina para que lo informara sobre las tareas que estaba haciendo, y mientras hablábamos, me contó lo que había sucedido en la obra. «Ingeniero – me aventuré a decir – ¿no podía darles instrucciones por teléfono? «. Él respondió: «Te voy a enseñar un secreto: si el problema que hay que resolver es pequeño, llama por teléfono; si es mayor, envia un ayudante tuyo; si el problema es grave, ve de persona”. Esta regla a menudo me ha hecho refleccionar de cómo debería ser serio el problema de la humanidad si, en un determinado momento, Dios decidió encarnarse en Jesús de Nazaret y venir, en persona, a poner las cosas en su lugar aquí en la tierra.
Lo que sucedió fue que el hombre se perdió por completo en el pecado y necesitaba desesperadamente renacer a una nueva vida. No habían sido suficientes los mensajes iluminados de los profetas e incluso la cooperación de hombres como Abraham y Moisés. El hombre tenía que resurgir desde su interior y, para que esto pudiera suceder, era necesario que Dios se hiciera hombre entre nosotros que muriera en la cruz, perdonando a todos, que resucitara de la muerte, manifestación extrema del mal y del demonio. Y es a partir de aquel perdón y de su resurrección que nació una nueva humanidad. Es la parábola de la oveja perdida llevada a sus últimas consecuencias.
El pecado sigue todavía en el mundo, pero el perdón que Jesús trajo desde el cielo a la tierra, consignándolo a la Iglesia con el sacramento de la Reconciliación, nos permite volver a nacer continuamente a una nueva vida. Es la salvación de la que el paralítico de hoy tiene el privilegio de experimentar la anticipación: «Tus pecados te son perdonados» Y cuánto fuera verdad todo esto lo demuestra el hecho de que el paralítico toma su camilla e se vuelve feliz a su casa.