XXXIII semana del Tiempo Ordinario – Lunes
El principio de reciprocidad hoy
De ellos surgió un vástago perverso, Antíoco Epífanes, hijo de Antíoco, que había estado en Roma como rehén y subió al trono el año ciento treinta y siete del Imperio griego. El rey promulgó un decreto en todo su reino, ordenando que todos formaran un solo pueblo y renunciaran a sus propias costumbres….y muchos israelitas aceptaron el culto oficial, ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado….. el rey hizo erigir sobre el altar de los holocaustos la Abominación de la desolación. También construyeron altares en todas las ciudades de Judá. En las puertas de las casas y en las plazas se quemaba incienso. Se destruían y arrojaban al fuego los libros de la Ley que se encontraban, Sin embargo, muchos israelitas se mantuvieron firmes y tuvieron el valor de no comer alimentos impuros; prefirieron la muerte antes que mancharse con esos alimentos y quebrantar la santa alianza, y por eso murieron. Y una gran ira se descargó sobre Israel. 1M 1,10.41-43.54-56.62-64
Los Macabeos, de quienes se habla en la lectura de hoy, son los miembros de una familia judía que guió la insurrección contra la persecución religiosa del rey de Siria Antíoco IV Epífanes, descendiente de uno de los sucesores de Alejandro Magno de Macedonia, quien un siglo antes había ocupado toda Asia Menor y había fundado en imperio que llegaba de Grecia hasta el océano Índico. El rey Antíoco, siguiendo una política de helenización de la Palestina, ordenó la supresión del culto hebraico y la adopción del culto pagano, que preveía la inmolación de los puercos, que en la en la civilización judaica eran considerados como animales inmundos. Es este contexto histórico, los Macabeos iniciaron la insurrección contra el rey Antíoco, mientras “muchos israelitas aceptaron su culto, sacrificando a los ídolos y profanando el sábado”. Fue un confrontación entre las civilizaciones y las religiones que recuerdo mucho al actual empeño musulmán de hacer penetrar en nuestra civilización cristiana, sus costumbres y usos: construcción de mezquitas, matanza de los animales según la tradición del Corán, exclusión de carne de puerco, el velo de las mujeres musulmanas, cuando se encuentran en público. Esta política expansionista se está confrontando con nuestra tradición cristiana y nuestras leyes, obteniendo muchas concesiones que la Iglesia y nuestra mentalidad democrática están dispuesto a dar. No entramos en la cuestión de la justicia, no tamos solamente que en la civilización musulmana no existe “el principio de la reciprocidad”, en base a la cual, por cada derecho que se concede, se necesita una apertura al derecho de los demás. Cuando hace unos veinte años, me encontraba en Arabia Saudita para realizar una central termo-eléctrica,, a nosotros los católicos estaba severamente prohibido orar en público bajo pena de ir a la cárcel. Si uno quiere construir una convivencia auténtica y global, se necesita reconocer recíprocamente la misma dignidad y los mismos derechos, de otra manera – hubiera dicho mi padre – “no nos hemos entendido”.