XXXII semana del Tiempo Ordinario – Lunes
La fe al cuadrado
Por lo tanto, ¡tengan cuidado! Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: «Me arrepiento», perdónalo». Los Apóstoles dijeron al Señor: «Auméntanos la fe». El respondió: «Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a ese árbol que está ahí: «Arráncate de raíz y plántate en el mar», él les obedecería. Lc 17,3-6.
Nuestra fe nos dice que Dios dirige la historia de la salvación, que se desenvuelve entre los eventos de humanos, algunos guiados directamente por el Señor, otro el espíritu del mal, que el Señor permite, por un misterioso acto del demonio que obstaculiza el camino de la historia humana. Si después también los obreros del reino de los cielos, que contribuyen a realizar los proyectos de Dios, pueden permitirse, como dice el texto de hoy, de decir a este árbol: se de aquí y trasplántate en el mar, ¿cómo le hace Dios, con la poca libertad que le queda, orientar los hechos de la historia hacia el plan de salvación universal? El hecho es que el hombre de fe, iluminado por el Espíritu Santo, posee en cierta medida – como dice San Pablo –el pensamiento de Dios, por lo que sus acciones se orientan espontáneamente en dirección del plan de salvación. Pero cuando la determinación de un evento está más allá de sus posibilidades, el que tiene fe confía en la potencia de Dios, quien normalmente escucha su oración. Normalmente, pero no siempre, porque también el hombre de fe, ya sea porque está sujeto a la tentación o porque tiene una visión parcial del plan de salvación, con frecuencia hace peticiones de intercesión las cuales no son escuchadas. Las tentaciones no siempre vienen por los deseos de malas acciones, ya que a veces son buenas, pero tienen el defecto de ir en dirección del proyecto de Dios, como el dolor, las pruebas, la muerte, que el hombre rechaza por su misma naturaleza. Por tanto nuestra oración de intercesión a veces no es escuchada porque en ese momento nuestros caminos no coinciden con los de Dios. Esta dinámica espiritual, como hemos tenido ocasión de notar, la explica muy bien San Juan en una carta suya: «Tenemos plena confianza de que Dios nos escucha si le pedimos algo conforme a su voluntad. Y sabiendo que él nos escucha en todo lo que le pedimos, sabemos que ya poseemos lo que le hemos pedido» (1Jn 5,14-15). Es muy sencillo: cuando nuestra oración no es escuchada, quiere decir que su voluntad es diferente de la nuestra, y ese es el momento en que necesitamos una fe al cuadrado, porque debemos creer que el proyecto del Señor es más luminoso, más grande, más completo que el nuestro.