XXVII semana del Tiempo Ordinario – Domingo
No preocupémonos por nada
No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios. Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús. En fin, mis hermanos, todo lo que es verdadero y noble, todo lo que es justo y puro, todo lo que es amable y digno de honra, todo lo que haya de virtuoso y merecedor de alabanza, debe ser el objeto de sus pensamientos. Pongan en práctica lo que han aprendido y recibido, lo que han oído y visto en mí, y el Dios de la paz estará con ustedes. Flp 4,6-9
El texto de hoy nos presenta las última exhortaciones de Paulo, al final de su carta a la comunidad de Filipi. La parte conclusiva de una carta es siempre de carácter general y un poco independiente del argumento tratado, y por consiguiente, es importante por un contexto alargado a este nuestro grupo familiar. La primera exhortación es: “No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica”. Según el estilo de Jesús, también San Pablo exhorta a tener confianza en la Providencia, como los pájaros del cielo y los lirios del campo: “No se preocupen por su vida, pensando en lo van a comer o beber, de los que se van a vestir. Los paganos son los que buscan estas cosas”. (Mat. 26,25-34). Los paganos no creen que Dios sea providente. Para ellos Dios es omnipotente y justo, y solo para poco es misericordioso, pero para el pagano vale el idcho “Ayute que Dios te ayuda”. El concepto cristiano de ka Providencia no prescinde de la laboriosidad, y la frase que es usada es: “Haz como si todo dependiese de ti, aún sabiendo que todo depende de Dios” Es una diferencia esencial. Sólo si n estaremos angustiados seremos libres de recibir la siguiente exhortación de Paulo: “Lo que es verdadero, noble y justo, lo que es puro, amble, lo que es honrado y virtud, solamente esto sea objeto de sus pensamientos”. El aspecto más trágico de una mente angustiada es, de hecho, la incapacidad de pensar en cosas grandes, que Paulo describe con estos adjetivos: “verdadero, noble, justo, puro, amable, honrado”. Nuestros pensamientos serán grandes sólo cuando serán libres de las preocupaciones. Al final, como tercera exhortación Pablo nos indica a sí mismo como modelo: “Las cosas que han aprendido, escuchado y visto en mí, póngalas en práctica”. ¡Dichosos aquellos que, habiendo escuchado un maestro como Pablo, son capaces de seguir su ejemplo!