XXII semana del Tiempo Ordinario – Domingo
Escándalos inconcebibles
Desde aquel día, Jesús comenzó a anunciar a sus discípulos que debía ir a Jerusalén, y sufrir mucho de parte de los ancianos, de los sumos sacerdotes y de los escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar al tercer día. Pedro lo llevó aparte y comenzó a reprenderlo, diciendo: «Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá». Pero él, dándose vuelta, dijo a Pedro: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres». Mt 16,21-23
Jesús había dio a sus apóstoles: “Pero ustedes ¿quién dicen que soy Yo? (Mat. 16,15-15). Pedro había contestado: “¡Tú eres el Cristo, Hijo de Dios viviente!” (Mat. 16,16-16). Y Jesús, después de haberlo proclamado beato, como objeto de aquella revelación del Padre, añadió: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y la potencia de los infiernos no prevalecerá contra ella” (Mat. 16,18). Es ahora que comienza el evangelio de hoy. Jesús, pensando de encontrarse de frente personas a las que el Padre revela sus propios designios como los ha revelado Él, comienza a hablarles de su destino terrenal, du su pasión y muerte en la cruz que le espera. Pedro, fuerte en la dignidad que le ha sido dada, lo llama aparte y le dice: “No lo quiera Dios, Seño; esto no te sucederá nunca”. Entonces, Jesús, viendo que Pedro había sido iluminado sobre la verdad mesiánica, pero no toda, se distingue de él, porque se da cuenta la tentación de no realizar el programa de salvación, le dice con palabras fuertes por las cuales Pedro permanece fulminado: “¡Retírate de mí, Satanás! Eres parea mí un escándalo, porque no piensas según Dios, sino según los hombres”. ¡Pobre Pedro! sobre esta verdad no había sido iluminado por el Padre, sino por su amor hacia el Maestro, que rechaza aceptar para Él un designio de salvación tan trágico. Hemos recorrido, paso a paso, las etapas que nos han llevado a aquella situación de momentánea incomprensión entre Jesús y Pedro, porque éste es un error en el que pueden caer, por motivo de su afecto, también los padres de familia, cuando se encuentra de frente a un hijo que les comunica un programa excepcional de vida, como podría ser la llamada misionera. No siempre nosotros, los papás, somos bastante grandes, cuando se trata de compartir las opciones importantes de los hijos. Y, después, de haber escuchado las motivaciones y sugerencia de los papás, es bueno que ellos tomen sus propias decisiones, en la oración. El escándalo, efectivamente, están en no dejar a los hijos seguir la voluntad de Dios, y en ciertas circunstancias, también los papás pueden escandalizar a los hijos.