XXI semana del Tiempo Ordinario – Jueves
La vigilancia cristiana
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor. Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa. Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada. ¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno? Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo. Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes. Mt 24,42-47
Meditamos esta página del evangelio con la serenidad con la que Pablo VI, en su testamento espiritual, miraba más allá de vida terrena: “Contemplo el misterio de la muerte y a Cristo que sólo él lo esclarece”. También a nosotros, ahora que todos los hijos han salido de casa, pensamos en los tiempos últimos. Es un pensamiento dulce, como los crepúsculos de nuestra bella Toscana, cuando el solo baja detrás de las colinas y va a dormir. No es un pensamiento rebuscado porque las fuerzas son todavía buenas y tenemos muchos compromisos. Pero el pensamiento de la muerte está siempre presente en el fondo como un amigo que nos da buenos consejos. Algunas veces nos sugiere – como al profeta Isaías – subir el monte y caminar por otros senderos, los del silencio, de la oración y de la meditación sobre las Sagradas Escrituras. Otras veces nos aconseja – como al poeta Mario Luzi, a quien hemos tenido el privilegio de frecuentar – de apartarnos del vaniloquio de este mundo para preparar algunas pocas maletas. Casi siempre, sin embargo, nos induce a usar bien el tiempo y las fuerzas que nos quedan como uno que corre que al final de la carrera, nos prepara para una buena volada. Ésta es la recomendación del evangelio de hoy: “¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno? Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo». Pensamos que el evangelio de hoy nos anime a dar algo más a la familia y a la sociedad. Y tal vez esa serie de meditaciones que hemos decidido publicar, responde a este mandato. Pidamos al Señor que nos dé, durante el tiempo que nos resta de vida, un pco del espíritu y de la voluntad que ha dado a San Pablo: «Esto no quiere decir que haya alcanzado la meta ni logrado la perfección, pero sigo mi carrera con la esperanza de alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo no pretendo haberlo alcanzado. Digo solamente esto: olvidándome del camino recorrido, me lanzo hacia adelante y corro en dirección a la meta, para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo Jesús» (Flp 3,12-14).