ESFL248

XIX semana del Tiempo Ordinario – Viernes

El eterno camino de la vida

Josué reunió en Siquem a todas las tribus de Israel, y convocó a los ancianos de Israel …. Entonces Josué dijo a todo el pueblo: «Así habla el Señor, el Dios de Israel: Sus antepasados ….  vivían desde tiempos antiguos al otro lado del Río, y servían a otros dioses. Pero yo tomé a Abraham, el padre de ustedes, del otro lado del Río, y le hice recorrer todo el país de Canaán. Multipliqué su descendencia, y le di como hijo a Isaac. A Isaac lo hice padre de Jacob  …. Luego envié a Moisés  …. Después los hice salir de Egipto, a ustedes y a sus padres, y ustedes llegaron al mar. Los egipcios persiguieron a sus padres, con carros y guerreros, hasta el Mar Rojo …. y envió contra ellos el mar, que los cubrió. …. Luego permanecieron en el desierto durante largo tiempo….Después ustedes cruzaron el Jordán y llegaron a Jericó . La gente de Jericó les hizo la guerra…. pero yo los entregué en sus manos…. Esto no se o debes ni a tu espada ni a tu arco. Así les di una tierra que no cultivaron, y ciudades que no edificaron ….  Jos 24,1-13

El largo camino por el desierto ha terminado, Israel ha pasado el río Jordán y ha llegado a la Tierra Prometida. Moisés que lo ha guidado por muchos años en esa aventura, ha terminado su propio mandato y ahora su cuerpo descansa en el Monte Nebo, en la tierra de Moab. También Josué, que ha substituido a Moisés en la guía de su pueblo, está ya para terminar su servicio y dentro de poco irá a descansar en el territorio de Timma-Serah, en las montañas de Efraim. Es el eterno camino de la vida, en el que los personajes siguen los unos a los otros, cumplen su mandato y después el Señor los llama a Sí. En el texto de hoy Josué, después de haber convocado a los ancianos y oficiales de Israel, habla a todo el pueblo en nombre del Señor. Recuerda la llamada de Abraham, el paso de testigo de Isaac y luego de Jacob. Recuerda los cuatrocientos años durante los cuales el pueblo hebreo ha vivido como esclavo del faraón de Egipto, y de cómo el Señor lo ha rescatado de la mano poderosa, haciendo ahogar en el Mara Rojo a los caballos y caballeros egipcios que los perseguían. Recuerda las batallas que Israel ha sostenido contra muchos pueblos durante su vagar en el desierto. Esas batalla Israel las ha vencido, convencido de que el Señor ha combatido a su lado no con tu espada ni con tu arco”. También a nosotros nos pasa lo mismo en nuestra historia pasada: las muchas batallas sostenidas, el Señor que ha siempre combatido con nosotros y la Providencia que, que como a Israel en los 40 años por el desierto, nunca nos ha faltado. Hemos comenzado cuando éramos jóvenes y ahora que somos ancianos y generalmente cansados, pero con el corazón alegre, como el peregrino hebreo que se acerca a Jerusalén para la fiesta de Pascua. Veía la ciudad allá arriba y se sentía fuerte para subir a ella. “Levanto los ojos hacia los montes, ¿desde donde me vendrá la ayuda? Mi ayuda viene del Señor, que ha creado el cielo y la tierra” (Sal 120,1-2)

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