XIX semana del Tiempo Ordinario – Domingo
La fe, la calma y la paz
Sopló un viento huracanado…. Pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto. Pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, se encendió un fuego…. Después del fuego, se oyó el rumor de una brisa suave. Al oírla, Elías se cubrió el rostro. 1Re 19,9.11-13a
En seguida, obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud. Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. …. y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: «Tranquilícense, soy yo; no teman. …. En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Mt 14,22-32
En la primera lectura Elías no encuentra al Señor en el viento fuerte ni en el terremoto, sino en “el susurro de la brisa ligera”: lo encuentra en la calma y en la paz. En el texto dl evangelio los apóstoles están en la barca solos, llenos de miedo, en medio de las olas movidas por el viento impetuoso. Después, apenas que el Señor se enbarca, el viento se aplaca, el mar se tranquiliza y los apóstoles encuentran la paz y la calma. combinando estos dos episodios, la liturgia de hoy nos anuncia que el Señor se encuentra en la calma y en la paz, y una vez encontrado Él nos don la calma y la paz. Parecería entonces que el Señor tuviera sólo el poder de generar lo que ya existe, y así todo es inútil y superfluo. Me viene a la mente una meditación precedente sobre la fe, que se refiere a la frase de Jesús: “Al que tiene se le dará más y al que no tiene le será quitado aún lo que no tiene” (Mc. 4,25). También la fe, como la paz y la calma, es donada a quien ya la tiene. Estos tres dones, tan importantes para nuestra vida, respondiendo a la misma dinámica espiritual, tiene que ser en algún modo unidas. Y, realmente, están unidas: la fe, la calma y la pace son el punto de partida y de llegada del camino espiritual. Pero ¿cuál es el origen de estos dones, que Jesús tiene en grande abundancia y nosotros no? La respuesta es la oración. Jesús camina sobre las aguas, en la calma y en la paz, porque primero subió al monte hacer oración. También nosotros, cuando estamos preocupados por la salud, por el trabajo o por cualquier otra dificultad, si subimos al monte a orar, encontraremos la fe, la calma y la paz para resolver nuestros problemas, sobre los cuales caminaremos, como Jesús camina hoy sobre las aguas.