ESFS030

Sagrado Corazón de Jesús

El Espíritu Santo revela el misterio

En esa oportunidad, Jesús dijo: «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido. Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, así como nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana. Mt 11,25-30

Desde que era niño siempre me había sorprendido el hecho de que los participantes a la santa Misa, en particular la de los días feriales, fueran la mayor parte personas sencillas y de modesta cultura. Vivía en Sieci, un pueblito cerca de Florencia, uno de aquellos en los que todos se conocen; y me causaba admiración el hecho que las personas más conocidas, los más inteligentes del pueblo, no iban nunca a la iglesia, ni siquiera a hacer una visitadita al Santísimo Sacramento. Se podría pensar que la fe era cosa de los credulones que creen en todo, si no hubiera sido por mi madre, quien como maestra de la escuela de aquel pueblito, formaba parte de las personas que iban a misa y me decía que debía siempre ir a misa. Asi, cuando era joven y oía proclamara el evangelio como revelado a los pequeños, he pensado que en esta revelación se escondía una profunda verdad, casi un misterio. Después, cuando crecí, cuando mi fe se había hecho más madura, comencé a darme cuenta de que para entrar en las verdades del evangelio, como nos pide Jesús, es posible solamente si nos acercamos a escuchar el continuo diálogo de amor, de pensamientos y de oración entre Él y el Padre, cuya trasmisión está asegurada por el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es el vehículo y el motor  de todo, Él es quien ilumina siempre a los sencillos en la comprehensión de las Sagradas Escrituras y revela las verdades sobre Jesús de Nazaret. Jesús, durante su vida terrena, y el Espíritu Santo, en este tiempo de la Iglesia, no solamente nos revelan el misterio de las cosas de Dios, sino que también nos abren los brazos para consolarnos cuando estamos “cansados y oprimidos”. Y la consolación no consiste en eliminar las causas de la fatiga y de la opresión, sino también en explicarme el motivo y el valor, y como todo forme parte del grande proyecto de la redención del mundo. Para entender estas cosas, sin embargo, no debemos basarnos en en nuestra capacidad de compresión, sino en la mansedumbre y humildad. La humildad para darnos cuenta de que estamos injertados en un misterio mucho más grande que nosotros y la mansedumbre para no sofocarlo con la inteligencia y la sabiduría, sino para acercarnos a él con temor y respeto, quitándonos los zapatos, como Moisés de frente a la zarza ardiendo. Esto lo han comprendido bien aquellas viejitas que encuentro en la santa misa.

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